Al referirnos a la situación actual del desarrollo tecnológico del sector agropecuario que ha hecho posible el actual desarrollo en la producción en oriente y occidente, muy poca ha sido la presencia del Estado en los últimos años en este ámbito, puesto que la misma ha sido impulsada en la mayor parte de los casos por la iniciativa de los productores en diferentes rubros.
Tal caso en el caso del sector oleaginoso, triguero, maicero, avícola, cacaotero, quinuero, cafetalero, ganadero, lechero, porcino, y otros, cuyos productores para evitar el atraso tecnológico han decidido crear entidades y unidades de investigación de transferencia de tecnología con su propio esfuerzo, viendo la ausencia de entidades del Estado que apoyen en esta tarea, para el impulso en la productividad.
Otra de las causas es el constante cambio en el rumbo de políticas para el sector agropecuario, que han creado una infinidad de instituciones con constantes cambios de personal, que solo han generado más burocracia.
Por la falta de políticas claras y continuidad en los trabajos que se realizan, el sector agropecuario esta liberado a la inercia o fuerza del mercado.
Sin embargo, hay entidades que a pesar de los constantes cambios e inestabilidad han seguido adelante en materia de innovación tecnológica, como es el caso del CIAT en el departamento de Santa Cruz, PROINPA, y las diferentes universidades en sus carreras de agronomía que se han dedicado a esta tarea pese a sus magros presupuestos.
Así también muchas empresas privadas comerciales del sector agropecuario se han dedicado a esta tarea en respuesta a la economía de mercado.
Sin embargo, si comparamos nuestro país, con otros con otros como Brasil, Paraguay, Argentina, Chile, Ecuador, Colombia, Perú es significativa la diferencia en lo que se refiere a políticas de estado, que apoyan a este sector.
Por estos motivos, resultaría demagógico hablar de una revolución tecnológica para el agro sin políticas claras de fomento en este ámbito.
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