A 20 minutos de la Ceja de El Alto se halla la Granja Ecológica de Ventilla, a más de 4.000 metros de altura, incrustada en el altiplano. Un emprendimiento que trabaja junto a la naturaleza y no contra ella, que se ha establecido como un espacio integral donde no sólo hay verduras, sino animales, tecnologías alternativas, y que apunta a ser un centro de capacitación.
Tiene 14 carpas solares en las que crecen vegetales como espinaca, acelga, lechuga suiza, plantas aromáticas. En el establo, las vacas son custodiadas por llamas pastoras y producen leche de alta calidad, con la que se procesa yogurt y mantequilla. Y existe un biodigestor que transforma el estiércol del ganado bovino en abono y fertilizante, el biol, y el gas metano en combustible para las cocinas.
Una producción pro ambientalista
Todo esto nació de la iniciativa de Peter Iselli. Luego, la familia Crespo adquirió el sitio. Pero para su funcionamiento, necesitaba de agrónomos especialistas, fue así como llegó Héctor Vélez. “Yo entré junto a dos estudiantes, pues estábamos ayudando a reconstruir granjas abandonadas o destrozadas, para empezar a reactivarlas de manera ecológica”, relata.
Se ha desarrollado tres sistemas de carpas solares para la producción de vegetales orgánicos durante todo el año: los wallipinis, que son subterráneos; los sayaris, semisubterráneos, y los galpones, sobre el nivel de la tierra. El riego de las plantas se hace con agua cosechada de lluvias. Vélez informa que “así aprovechamos al máximo lo que nos brinda la naturaleza”.
La ventaja de las carpas sayaris es que en la época de invierno reúnen mayor temperatura, por lo que las plantaciones no mueren fácilmente. “Usamos la técnica de quemado del aserrín todas las noches, así el humo que se genera no deja que la helada baje y llegue hasta las plantas, matándolas”, comenta el encargado.
La granja produce sus semillas para evitar lo transgénico, y emplea métodos ecológicos para el crecimiento de los vegetales. “No permitimos el uso de ningún químico, utilizamos las plantas que hay en la comunidad para tener pesticidas naturales: tola, sábila, cáñamo, molle. Recurrimos a este método porque no podemos matar, sólo ahuyentamos”, explica Vélez. Las arañas son otro plaguicida natural: en temporada de lluvias se comen a las moscas minadoras, que devoran la sábila de las plantas.
Esta apuesta vive de la comercialización de la lechuga suiza, la espinaca, la acelga morada y las plantas aromáticas, que son distribuidas en supermercados de la ciudad de La Paz. “Es difícil competir con la producción no ecológica. En Ventilla tenemos vecinos con más de 40 carpas y todos usan pesticidas. Pero a la larga eso hace mucho daño (al medio ambiente). Vamos a seguir peleando para que nuestra producción sea ecológica”, subraya Vélez.
La granja es un respiro en Ventilla, con carpas solares ecológicas, animales, tecnologías sustentables y la vegetación lograda con la plantación de árboles. Y otro ejemplo que marca la diferencia son los 25 grados imperantes en el lugar, en comparación con los 15 grados promedio de la región. Un oasis en medio del altiplano.
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