¿Qué puede en la capital pandina motivar a 12.000 estudiantes para amenazar con marchar y movilizarse? La intención de retirar el majadito del menú del Programa de Alimentación Complementaria del gobierno municipal de Cobija (GAMC), explica la secretaria de Desarrollo Económico Sostenible, Deyba Tolaba.
El problema con el majadito radica en que sus principales ingredientes son el arroz y el plátano que son carbohidratos que aportan energía, pero se convierten en grasa si no se hace el ejercicio adecuado. Y lo que se quiere, por el contrario, es introducir en el municipio el hábito del consumo de verduras entre los estudiantes.
"Los niños prefieren majadito, quieren majadito cada día”, dice la alcaldesa de Cobija, Ana Lucía Reis. El estudiante Keybi Patamies Chávez, de 13 años, por ejemplo, afirma que lo que más le gusta hacer en el colegio de Fe y Alegría, al que asiste, es consumir este plato tradicional, que se sirve cada dos semanas.
La solución no consistió en quitar el majadito del menú del Programa de Alimentación Complementaria sino en servir el plato acompañado de verduras y motivar su consumo a través de la introducción de huertos escolares en los cuales los niños aprenden el cultivo de rabanitos, lechuga y cebolla verde, que son cultivos de menor complejidad. Ahora las comidas como el pastel de yuca, los guisos o la feijoada, que se sirven dos veces por semana, son servidas acompañadas con ensaladas.
En el menú elaborado por nutricionistas del municipio también hay ají de fideo, saice, entre las comidas; chila -harina de plátano con leche-, refresco de assai, ensalada de frutas, mucunsá -maíz con leche-, arroz con leche, chicha con galleta, entre otros preparados. Y entre los productos que los estudiantes consumen hay frijol, avena, yogur, lenteja, maíz, arroz, galletas, pan dulce, charque, además de frutas como piña, sandía, manzana y verduras como pepino, lechuga, tomate, hojas de col y más.
Según la nutricionista del programa de alimentación, Narel Gómez, 21 unidades educativas en dos turnos reciben 23 preparados que rotan para evitar el hastío de los estudiantes.
Miradas acudió a los predios de la unidad educativa Antonio Vaca Diez, que tiene 650 alumnos, donde, alrededor de las 8:00, una funcionaria ataviada con guantes y un protector de cabello descargaba de un furgón de la Empresa Municipal de Alimentos (EMA) contenedores con saice, recipientes con arroz y baldes con refresco de copuazú, todos bien aislados y cerrados. El conductor del vehículo, Edwin Diez, explicó que la comida se recoge desde las 7:00 hasta las 7:30 de tres proveedores y en una jornada distribuye los alimentos a cuatro unidades.
La entrega es supervisada por personal municipal, pero también el director de la unidad educativa, Óscar Guerrero, toma muestras al azar, según explicó, para cerciorarse de que el alimento no esté quemado, salado, dulce o que no haya una variación injustificada.
Los proveedores del programa se eligen mediante licitación pública, explica la alcaldesa Reis, y una parte de la producción está a cargo de EMA, la cual todavía está en fase de implementación y se espera que comience a funcionar el próximo año. "En marzo o abril del próximo año estará al 100%”, dice la autoridad edil.
En las instalaciones de EMA hay ambientes concluidos en los cuales se instala maquinaria industrial, como ollas a presión, líneas de producción de panadería y galletería. Según el responsable del proyecto, Renato Apuri, las instalaciones una vez concluidas tendrán tres áreas: masas o panadería, líquidos y cocina, que tendrán una capacidad diaria de 10.000 raciones. Ahora la empresa opera con una capacidad de 1.200 raciones por día. Cuando Miradas visitó las instalaciones, las trabajadoras elaboraban majadito para los estudiantes del turno de la tarde del colegio Madre Nazaria.
El objetivo
El proyecto a largo plazo, según la autoridad edil, es también elaborar la comida con productos de la región, pues ahora la leche se adquiere de La Paz o Brasil, así como el arroz y el frijol, que de acuerdo con la temporada se obtienen del país vecino. Entre los productos que se adquieren del mercado local están el pescado, la fruta y las verduras como pimentón, cebollín y lechuga.
Jorge Cachiqui y su esposa Leyda Ruiz son productores horticultores independientes que tienen una experiencia de 14 años. Ellos reciben apoyo del GAMC a través de la dotación de herramientas y semillas, pero también mediante asesoramiento, por ejemplo, para la construcción de sistemas de riego por goteo y carpas.
Estas últimas son importantes para reducir la humedad en temporada de lluvias y la incidencia de los rayos solares.
Apoyar a los productores independientes experimentados es muy importante, afirma el responsable del Proyecto Agrícola del GAMC, Mauricio Blanco, por la dificultad al iniciar una actividad de este tipo. Las tierras de Pando no son muy fértiles y requieren mayores conocimientos como, por ejemplo, aprender a preparar sustrato con guano, aserrín y chala de arroz.
Según Cachiqui y Ruiz, las verduras con más demanda en Cobija son la lechuga, la cebolla verde, el ají dulce y el pepino. En sus predios ellos tienen la capacidad de entregar 50 bolsas de lechuga diarias.
Para el director de Desarrollo Productivo del GAMC, Adivaldo Moura, gracias al impulso que se da a los horticultores, el precio de la bolsa de lechuga se ha estabilizado en cuatro bolivianos.
TÉCNICAS PARA REPLICAR
Las técnicas que se transmiten a los productores independientes ahora son ensayadas en los Centros de Innovación Tecnológica Agroforestal (CIT), que fueron creados con el objetivo de transferir conocimientos de agropecuaria y agricultura a las personas independientes y comunidades del municipio de Cobija.
En el CIT de Okinawa, a 30 kilómetros de Cobija, se validan conocimientos de horticultura, piscicultura, apicultura, porcicultura y agricultura. El centro está todavía en fase de implementación, pero ya está operando en sus módulos de porcinos, aves, abejas y viveros, además de los sistemas agroforestales.
sistema agroforestal
El encargado de los viveros municipales, Leonardo Gutiérrez, explica que un sistema agroforestal está constituido por especies maderables -como la mara y el cedro- y por especies frutales como el café, la acerola, el cacao, el copuazú, el majo y el assai, entre otras especies.
A partir de las experiencias en el centro se enseña a los comunarios que con un sistema agroforestal se puede tener un aprovechamiento a corto plazo (anual) del suelo, por ejemplo, con la piña, el plátano o el pacay; a mediano plazo (tres años), con el cacao y café; y a largo plazo, con el cedro, la mara o el roble. La mara, por ejemplo, se puede aprovechar a los 50 años y el roble, a los 30.
Según Héctor Cabrera, agropecuario del GAMC, en el centro se ensayan técnicas para reutilizar suelos degradados o barbechos. Para ello se siembran plantas que dan sombra, como el cacao o el copuazú y así el suelo comienza a recuperarse. Éste es un conocimiento que debe transmitirse a los comunarios, explica al mostrar a este medio, un barbecho que se recuperó en cinco años, en el que ahora crecen especies cítricas.
En el módulo de viveros del centro se manejan plantas injertadas de toronja, mandarina, naranja y limón y se enseña a los comunarios que para hacer un cultivo intensivo lo mejor es colocar las plantas cada cuatro metros. La capacidad de producción de Okinawa es de 50.000 plantines, explica Gutiérrez.
Porcinos y aves
En el centro de Okinawa, en el módulo de porcinos crecen 12 hembras reproductoras. En un mes cada una de ellas parirá 10 cachorros que se entregarán a comunarios, explica el encargado del proyecto agropecuario, Mauricio Blanco.
Tanto en el módulo de porcinos como en el de aves, también se determinan las cantidades óptimas de alimento que se debe proporcionar a los animales, según su fase de crecimiento, como el engorde, el celo o la preñez. También se ensayaron técnicas para combatir enfermedades y plagas, y para reducir la incidencia de las bajas temperaturas.
Fogones con leña
Héctor Cabrera obtuvo buenos resultados con los pollos que fueron introducidos en la temporada fría, pues instaló fogones con leña que mantenían el calor durante la noche o la lluvia. Esta experiencia fue transmitida a la comunidad campesina de Marapaní, donde hay mil ponedoras que comenzarán a producir en febrero próximo. Cuando las aves empiecen a poner huevos, la producción diaria será de 80 docenas de huevos.
Johnny Rojas Medina es miembro de la Asociación de Marapaní -constituida por 25 familias- y cumple un turno de dos días.
Lo más complicado de sus actividades es trasladar con baldes el agua de un arroyo. Pero cuando se acabe la construcción de un estanque, que se ve a pocos metros de los gallineros, y se instale un sistema de bombeo, se obtendrá el líquido al girar un grifo.
En Okinawa también hay una laguna en la que se sembraron surubíes. Tras lanzar alimento a la fuente, decenas de pequeños peces de 15 centímetros revolotean en frente de nuestra cámara fotográfica.
El encargado del proyecto piscícola, Luis Vargas Fernández, explica que esta gestión se entregaron 10.000 alevines de pacú y tambahaqui -5.000 de cada especie- a la comunidad campesina de Mejillones.
En las capacitaciones los comunarios aprendieron que los alevines, en el día 90 entran en su fase de engorde y debe cambiarse el alimento. Asimismo que la alimentación en la fase de crecimiento se hace cinco veces al día: a las 8:00, 10:30, 12:30, 14:30 y 18:00, explica el presidente de la Asociación de Productores Piscícolas Agropecuarios Integrados Comunidad Mejillones (Appaicom), Claudio Soliz Suárez.
Según explica Jorge Salvatierra, técnico del municipio, la asociación de Mejillones es "integral” porque la piscicultura no es una actividad excluyente, ya que también se planea emprender en otros rubros, como la avicultura, porcinos y más. Incluso hay miembros que desarrollan actividades independientes, como el vicepresidente Néstor Ruiz, quien se dedica a producir manjar de leche, a razón de 20 kilos diarios, que obtiene a partir de 50 litros de leche.
Ahora el principal problema de Ruiz radica en que no cuenta con un freezer para almacenar la leche fresca y el manjar, por lo cual tiene algunas pérdidas. Los envases para comercializar su producto también son un problema y ha optado por comprar recipientes según el volumen de pedidos que tiene; por ejemplo, si le demandan grandes volúmenes, utiliza baldes con capacidad de 20 kilos.
Es importante el apoyo que los Centros de Innovación Tecnológica pueden dar a Ruiz, quien además de formar parte del proyecto piscícola de Mejillones, también es proveedor del Programa de Alimentación Complementaria del municipio. Su manjar, además de venderse en el mercado local, también es consumido por los 12.000 estudiantes de los 21 colegios que se benefician con el programa de alimentación complementaria en Cobija.
En Okinawa, a 30 kilómetros de Cobija, se validan conocimientos de horticultura, piscicultura, apicultura, porcicultura y agricultura. El centro está en fase de implementación.
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