POLÉMICA | EL USO DE ALIMENTOS TRANSGÉNICOS HA GENERADO UNA DISCUSIÓN EN EL PAÍS. DISCUSIÓN QUE ES FUNDAMENTAL PARA LA AGRICULTURA BOLIVIANA Y LA SEGURIDAD ALIMENTARIA.
¿Sabe Usted amigo/a lector/a qué es lo que está realmente comiendo? ¿Con qué alimenta a su familia todos los días?
Algo tan básico como esto, puede ser un misterio al momento de hablar de los alimentos transgénicos y toda la polémica que se está generando en torno a ellos. Sobre todo desde que se empezó a estudiar el factor de riesgo cancerígeno de algunos componentes con los que estos alimentos se manejan.
En Bolivia, este misterio está lejos de ser revelado. Y ni la reciente Cumbre “Sembrando Bolivia” (realizada en Santa Cruz el mes pasado) ayudó a darle luz al tema. Es importante notar que hasta el momento solo fue aprobada en el país, la soya RR o resistente al glifosato. De ésta existe un millón de hectáreas, la llamada “mancha soyera”, que se ubica en Santa Cruz.
Un alimento transgénico es, como su nombre lo indica, un alimento genéticamente modificado para resistir plagas, pesticidas, herbicidas, etc. Son considerados por muchos como una de las grandes soluciones para el hambre en el mundo, dado que al estar “blindados”, pueden resistir lo que un alimento producido en condiciones orgánicas no. Su cultivo y su cosecha son más sencillos al hacerse “en grande”, pero tienen la desventaja de “comerse” la tierra, convirtiéndola solo en fértil para un tipo de cultivo, y desgastándola rápidamente.
En el otro lado de la mesa se ubican quienes se niegan a los transgénicos con el argumento de que son alimentos que no benefician ni a la salud de las personas (muy al contrario) ni a la economía de los países, sino sólo a las grandes transnacionales (como Monsanto, que produce el glifosato por ejemplo), perjudican al pequeño productor y afectan al medio ambiente: los ingredientes para la polémica están servidos.
UNA CUMBRE CON SABOR A POCO
Días atrás se realizó la Cumbre Agropecuaria “Sembrando Bolivia”, en cuya agenda se pretendía priorizar el tema de la soberanía y seguridad alimentaria del país, tomando en cuenta el retraso al respecto en el que se encuentra el país.
Bolivia va a registrar este año 2015 los niveles de producción más bajos de Latinoamérica en cultivos agrícolas de arroz, papa, maíz y trigo. Ya sucedió el año pasado. Y por ello el sector agropecuario de Santa Cruz (CAO) propuso en la Cumbre el uso por cinco años de semillas transgénicas, ante esto el debate se postergó para más adelante (aunque no se puso fecha).
Al frente se manifestaron los sectores sociales y productivos que se resisten al uso de estas semillas, aduciendo que son dañinas para la salud humana, y que piden potenciar al cultivo convencional, apoyando a los productores en el tema del riego sobre todo. Y más allá también se hacen notar los activistas e investigadores, que claman por la significativa deforestación que proviene del uso de cultivos transgénicos, la manipulación de las grandes transnacionales en la economía y salud de los habitantes de los países donde estas empresas trabajan, y por el derecho de las personas a elegir su alimentación. El resultado de la Cumbre no fue el esperado. La reunión fue orquestada por el senador del Movimiento Al Socialismo, Carlos Romero, y en ella participaron varios sectores de la actividad agropecuaria. Sin embargo, se critica que no todos hayan estado invitados a la misma, y que los pequeños productores no estén en la lista de asistentes. Al igual que investigadores, expertos y hasta consumidores que tampoco participaron.
Además se cuestiona que un tema fundamental haya quedado sin zanjar: el uso (o no) de los alimentos transgénicos, que se ha postergado para una futura discusión. Una prioridad que ha quedado en la nebulosa ya que la decisión del uso de estas semillas está ahora “en manos de los productores”.
“La Cumbre ha determinado que el uso de la biotecnología en cultivos de algodón, soya y maíz transgénico por cinco años con criterios de zonificación sea tratado en una mesa de debate”, ha dicho la ministra Nemesia Achacollo. (1)
Por su parte, el presidente de la Cámara de Senadores, José Alberto Gonzales, ha abierto la posibilidad de realizar un referéndum para resolver el tema.
Aunque en Bolivia, la Ley Marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien, que fue promulgada el 15 de octubre de 2012 por el Presidente Morales, señala que “se deben desarrollar acciones de protección del patrimonio genético de la agrobiodiversidad, prohibiendo la introducción, producción, uso, liberación al medio y comercialización de semillas genéticamente modificadas”, además de que se deben “desarrollar acciones que promuevan la eliminación gradual de cultivos de organismos genéticamente modificados autorizados en el país”, lo que se contradice con una ley anterior, de 2011, la 144 de Revolución Productiva, Comunitaria y Agropecuaria, que prohíbe claramente el uso de transgénicos o semillas transformadas genéticamente (exceptuando a la soya), actualmente se calcula que en el país hay cultivos ilegales de maíz transgénico estimados en 40.000 hectáreas. Todo el algodón en el país es transgénico. Hay denuncias de arroz transgénico, sin embargo aún los datos no se han cuantificado y hay denuncias de plantaciones de trigo transgénico.
El año 2012, solamente el 0,4% de plantaciones de soya eran de semillas convencionales. (2)
“El número de hectáreas en las que se usa glifosato en Bolivia es de un millón, porque está asociada al cultivo de soya transgénica que llega al 99,6 % de la soya cultivada”, dice el director de PROBIOMA, Miguel Angel Crespo (3).
Crespo explica que esto equivale a unos 4,2 millones de litros anuales de glifosato vertidos a los alimentos y a la tierra sólo en el caso de cultivos de soya, aunque aclaró que este compuesto “también se usa en otros cultivos asociados como es el girasol, chía, sésamo, etc.”. Por ello, tanto el número de hectáreas y litros tiende a ser aún mayor.
TRANSGÉNICOS Y SALUD
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado en marzo de este año una investigación, junto a la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC), en la que determina que el herbicida glifosato, componente fundamental de los elementos que se utilizan es un posible cancerígeno para los humanos, y provee como evidencia, un estudio publicado en la revista científica The Lancet Oncology realizado por 17 expertos de 11 países.
Aunque el vicepresidente de la transnacional Monsanto, que produce el glifosato y otros herbicidas y pesticidas, ha dicho que el estudio es cuestionable y la empresa ha exigido que la OMS se retracte, el glifosato que usa Monsanto, y que es el que se utiliza en la mayoría de productos transgénicos en el mundo, incluyendo Bolivia, tiene otros varios argumentos en contra.
Un estudio publicado por la Sociedad Americana de Microbiología en la “Revista mBio” ha vinculado glifosato y otros dos herbicidas utilizados ampliamente en los cultivos transgénicos, el 2,4-D y el dicamba a una de las crisis de salud pública más acuciantes de nuestro tiempo: la resistencia a los antibióticos.
Este estudio demostró que la exposición a estos herbicidas en sus formas comerciales cambió la forma en que las bacterias responden a una serie de antibióticos, incluyendo la ampicilina, ciprofloxacina y tetraciclina, fármacos ampliamente utilizados para tratar una serie de enfermedades mortales.
Por otro lado, el estudio francés de 2014, “Major Pesticides Are More Toxic to Human Cells Than Their Declared Active Principles” asevera que “a pesar de su reputación relativamente benigna, el Roundup fue uno de los herbicidas más tóxicos de los insecticidas usados en este estudio. 8 de las 9 formulaciones usadas eran hasta mil veces más tóxicas que sus principios activos”, lo que deja al descubierto que el argumento de la ingesta diaria mínima aceptable no es cierto, ya que ésta se calcula con el principio activo por separado.
La OMS ha ubicado al glifosato detrás del asbesto, un componente presente en la energía nuclear y los rayos X. Y el centro de investigación de la globalización, Global Research, ha revelado que al menos desde hace 34 años (1981), Monsanto conocía del potencial cancerígeno del glifosato. Pese a eso la empresa sigue siendo un gigante mundial cuyos alcances son impresionantes.
TRANSGÉNICOS VS BOSQUES
La plantación de productos transgénicos en el país está suponiendo un aumento alarmante en la deforestación nacional. Bolivia se encuentra entre los 6 países con mayores tasas de deforestación del mundo y entre el 2000 y 2012, ha deforestado una área de 2.986.700 de hectáreas de bosques. (4)
Bolivia pierde bosques a un ritmo de 200.000 hectáreas por año, la agricultura mecanizada de la soya es responsable de un 30% por esta deforestación, y ahora ya se escuchan voces desde los altos mandos del Gobierno, concretamente de la Vicepresidencia, acerca de la necesidad de ampliar la frontera agrícola a razón de un millón de hectáreas al año durante los próximos diez años, lo que significaría deforestar diez millones de hectáreas de bosque.
Los bosques son los principales captores de los gases de efecto invernadero (CO2 sobre todo), que provocan el calentamiento global, que a su vez influye en el cambio climático. Son los pulmones que permiten oxígeno, y son el cobijo de la vida silvestre y por supuesto de las comunidades que viven en ellos.
Para el experto en economía agrícola, Miguel Urioste, tumbar diez millones de hectáreas de bosque, no es un buen negocio. “El objetivo de ampliar la frontera agrícola tiene como finalidad convertir a Bolivia en un gran productor de soya sobre todo”, dice Urioste. Y alerta que la inversión para esto es extranjera, además de poner como ejemplo el caso de Paraguay, que cultiva en la actualidad seis millones de hectáreas de soya y que tenía hasta hace poco alrededor de 8 millones de hectáreas de bosque.
Con la expansión de su frontera agrícola, estos han desaparecido y más de un millón de campesinos se han visto obligados a migrar a las ciudades. “Hay que evitar repetir el desastroso modelo paraguayo de ampliación indiscriminada de la frontera agrícola, sin control ambiental, desplazando a pueblos indígenas y quitándoles las tierras a los campesinos”, explica el experto (5).
De todas formas existe una limitante a la expansión de la llamada “mancha soyera” de Santa Cruz, y es que esta está rodeada por territorios indígenas, muchos recientemente titulados, por lo que extenderla sería atropellar los derechos de estas comunidades, protegidos en la Constitución Política del Estado vigente en el país.
TRANSGÉNICOS Y EL MENÚ
Por su parte Patricia Molina, directora del Foro Boliviano sobre Medio Ambiente y Desarrollo (FOBOMADE), explica que una de las grandes preocupaciones de quienes se oponen al uso de alimentos transgénicos, es que en el caso del desayuno escolar por ejemplo, se utiliza en muchos casos soya transgénica, siendo que el Decreto 181 de Normas Básicas del Sistema de Administración de Bienes y Servicios, de la Ley SAFCO establece en su artículo 80 que “para la contratación de alimentos para desayuno escolar y programas de nutrición, independientemente del monto de la contratación, se deberá prever que los productos sean elaborados con materias primas de producción nacional, prohibiéndose la compra de alimentos de origen genéticamente modificado”.
Además señala: “Según lo establecido en la Ley No.2687, se deberá incorporar al desayuno escolar cereales producidos en el país como: soya, maíz, amaranto, cañahua, quinua, tarwi y otros.”
Para Molina es urgente que los gobiernos municipales exijan la certificación de soya convencional en productos que utilicen este insumo, sobre todo en el desayuno escolar.
Humberto Gómez, biólogo y ex director de la Fundación Amigos de la Naturaleza, dice que aunque no existe evidencia científica suficiente que sirva para afirmar que los transgénicos representan un riesgo para la salud humana, esto no significa bajo ningún punto de vista que los consumidores no tengan el derecho a elegir si quieren o no consumir productos que tienen un origen transgénico. “Si por mi forma de pensar o la información que yo tengo considero que los mismos son un riesgo, debería poder elegir no comprarlos, por lo tanto deberían estar etiquetados como tal”.
Gómez asegura que el uso de herbicidas, pesticidas y otros químicos en Bolivia no solo es un problema sólo de los transgénicos, sino de la agricultura en general, “su uso está generalizado, por ejemplo en los valles cruceños, donde no hay transgénicos. El mal uso de recursos suelo y la interrupción del ciclo natural de "fertilización" de los bosques, conducen a su empobrecimiento, sistemas inestables con plagas y suelos degradados. La intensificación de los cultivos debe hacerse bajo condiciones que "imiten" estos ciclos naturales, en cuestiones de tiempo y calidad de la materia orgánica que se incorpora al suelo, es decir, manteniendo un "clima de bosque" cerca del suelo.”
Una de las banderas del gobierno del Presidente Morales es que Bolivia se consolide como un referente en la producción agrícola, pero respetando los derechos de la Madre Tierra y a todos sus componentes. Salta a la vista que los transgénicos no entran en este menú.
(1)La Razón
(2) Probioma
(3) El País de Tarija
(4) Observatorio Boliviano Cambio Climático y Desarrollo
(5) La Razón
Algunos datos sobre los transgénicos en Bolivia
-En el 2005, el gobierno del presidente Carlos Mesa aprobó la producción y comercialización de soya transgénica resistente al herbicida glifosato. Para ello tuvo que pedir a la policía que desaloje a periodistas y representantes de organizaciones campesinas que se hicieron presentes en el Ministerio de Desarrollo Sostenible, durante la reunión del Comité de Bioseguridad, entidad responsable de tal aprobación.
-La investigación del doctor Gilles Seralini publicada el año 2012 consistió en alimentar a 200 ratas de laboratorio con maíz transgénico y agua de Roundup de Monsanto. Al terminar la investigación las ratas habían desarrollado múltiples tumores. Según la Organización Mundial de la Salud, cada año alrededor de un millón de personas sufren intoxicaciones agudas en el mundo y aproximadamente unas 220.000 mueren debido al uso de los agroquímicos. Si bien recientes estudios afirman que los cultivos orgánicos en el país cuestan 30% más que los transgénicos en estos, no contemplan los daños que implican a futuro a la salud pública.
-El uso de semillas transgénicas no supone disminución del hambre, Bolivia actualmente se encuentra entre los 5 países con índices más altos de subalimentación de Latino América. Sin embargo ocupa el puesto número 11 en volúmenes de producción mundial de soya, lo que indica que la producción de alimentos diversificados de transgénicos no está suponiendo un cambio en la alimentación de la población.
-El uso de transgénicos en Bolivia tampoco supone la soberanía alimentaria. El año 2014 durante el primer semestre Bolivia importó alimentos en un valor de 359 millones de dólares. En diez años (2003-2013) Bolivia gastó cerca de 1000 millones de dólares en importaciones de trigo y harina.
-La producción de transgénicos no aporta a la economía del país. El aporte económico de las plantaciones de soya es casi nulo. En Bolivia los productores de soya transgénica aportan mucho menos que los del régimen simplificado. Los productores de soya (quienes ocupan el 4 producto de exportaciones a nivel nacional) aportan solamente 22 millones de bolivianos. (Redacción del OBCCD)
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