Nuevas investigaciones sobre biocombustibles en Estados Unidos, Inglaterra y México, entre otros países, permiten la utilización de residuos de maíz o café, y de algas y semillas de higuerilla para obtener biodiésel sin afectar el consumo humano.
En Norteamérica existe un proyecto que produce etanol del rastrojo de maíz denominado Project Liberty, que se creó a partir de un joint venture entre Poet, la mayor productora de etanol de EEUU (con 25 plantas) y la firma holandesa DSM.
Con una inversión de $us 250 millones, en septiembre se prevé inaugurar la primera planta de etanol celulósico en Emmetsburg (Iowa). La fábrica requiere cinco toneladas de rastrojo por tonelada de alcohol producido y tiene previsto producir 100.000 millones de litros de etanol por año.
En Inglaterra, un estudio del Centro de Tecnologías Químicas Sostenibles de la Universidad de Bath ha logrado transformar restos de café molido en biodiésel, mediante una sencilla técnica que produce dos litros por cada 10 kilos de residuo.
Sin embargo, este nuevo bioenergético aún no tiene estudios para una producción industrial.
En México, la empresa Bioamin, desarrolla una técnica para producir 2 litros de biodiésel por cada 15 kilogramos de microalgas de agua dulce. La firma Dertek produce biodiésel a través de materia prima no comestible, como las semillas de higuerilla y jatrofa. Su uso es sobre todo para camiones
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