A pesar del clima frío una extrañeza en el trópico cochabambino, las camionetas que trasladan a los trabajadores a los centros productivos de bananas salen atestadas.
Isarzama e Ivirgarzama (provincia de Carrasco) son el centro de operaciones donde hectáreas y hectáreas de plantación de bananas se pueden observar desde la orilla de la carretera.
Antonio Machicado, desde hace varios años que es productor y exportador de bananas, su principal mercado es el argentino, al que considera el más factible, debido a que ya hay desarrollada una adecuada logística de transporte y comercialización.
“En solo cuatro días se llega a Argentina, las ca-rreteras están en buen estado, por lo que exportar a ese país sigue siendo rentable, más cuando están pagando por caja entre $us 6,50 y $us 7. Y siempre tienen una importante demanda”, dijo Machicado.
En Ivirgarzama, los camiones que transportan bananas se alistan para salir a Argentina, la limpieza es clave para evitar que el producto sea frenado en la frontera por problemas fitosanitarios.
Antonio Salas lava la cámara refrigeradora, donde cada cuatro o cinco días transporta más de 500 cajas de bananas bolivianas para que sean vendidas principalmente en Buenos Aires y ese mercado tenga una opción de calidad a las bananas ecuatorianas.
Salas indicó que cuando hay bloqueos o paros cívicos el negocio se torna más complicado y muchas veces los productos se echan a perder.
Por lo que el pedido de los exportadores a las autoridades de Gobierno es que mantengan los caminos en buen estado, especialmente en las épocas de lluvia, porque por las inundaciones o cortes repentinos de la vía la entrega programada de las bananas, no se cumple los compromisos asumidos con los comrpadores nacionales y extranjeros y genera desconfianza.
Varias horas de trabajo
Camino a Isarzama, en la comunidad Segunda Nazareno, el sol lentamente calienta la jornada, mientras que unas manos enguantadas se encargan de lavar y de desinfectar las bananas, ‘el oro verde’, como lo llaman acá. Otro grupo de jovencitas, cuchillo en mano, de manera quirúrgica, corta los gajos y separa las que están dañadas, pues no se puede filtrar ninguna que no esté en excelentes condiciones.
A un costado de la factoría unos jóvenes van empaquetando el producto, rapidez y precisión son las condiciones que pide don Luciano Huaranca, propietario de una parcela de 26 hectáreas y que de manera incansable, junto a su esposa, recibe los racimos de banana que salen de su plantación.
Andrés Marca, mientras vigila que ninguna banana más pequeña de lo aceptada o que esté dañada se deslice en la caja, explica que la jornada empieza muy temprano en las plantaciones, donde se cortan los racimos para luego transportarlos por las rieles y llegar a las piscinas para comenzar con la selección y embolsado, luego cargar las cajas en un pequeño camión que parte rumbo al pueblo, donde otro más grande recibe la mercadería y nuevamente es controlada para obtener luz verde para recorrer unos 2.700 km hasta la capital argentina.
Socios: la mejor fórmula
En el trópico cochabambino la tierra se la cuida, no hay mucho margen para desperdiciarla, por lo que las parcelas bananeras no son mayores a las 30 hectáreas y si sus propietarios no tienen el suficiente capital para ser exportadores se unen para ser socios con otro que sí tenga la cantidad necesaria de recursos para exportar el producto.
Huaranca está contento, a pesar del frío que atenta con el rendimiento de sus plantaciones, sabe que los $us 4 que el exportador le paga por cada caja le permite tener una buena perspectiva y lograr algún ahorro.
Cada semana, en días tórridos, por héctarea cosechada logra llenar entre 400 y 500 cajas de bananas, cada una de ellas pesa 22 kilos.
Para Marcelina Mendoza, propietaria de 25 hectáreas, la actual situación del mercado argentino es positiva, atrás quedó cuando en 2012 el vecino país de manera sorpresiva vetó la exportación de banana boliviana y generó que su precio baje a $us 2 por caja.
Ese escenario de precios complicó su producción, empujando a muchos a refugiarse en la piña, el palmito o a probar suerte en algo nuevo: la piscicultura.
“Lo que se produce acá, en un 80% se va a Argentina, por eso es importante mantener ese mercado y buscar la manera de mandar más cajas y no tenerle miedo a los productos de Ecuador”, dijo Mendoza
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