Siembran, hacen compost, cultivan, reutilizan materiales y todo aquello que sea necesario; por eso manos extra siempre son bienvenidas en el huerto orgánico Lak’a Uta. Desde que inició sus actividades, más de 200 voluntarios -de más de una decena de países- han participado de este proyecto.
El huerto Lak’a Uta fue implementado en mayo de 2014 en la zona de Cotahuma. Es un proyecto que forma parte de la Fundación Alternativas, una organización sin fines de lucro dedicada a fomentar opciones sostenibles para garantizar seguridad alimentaria en las ciudades crecientes del país.
Los voluntarios
Es la primera iniciativa en Bolivia que combina desarrollo comunitario, políticas públicas y emprendedurismo en el diseño y la implementación de sus programas. Según datos de la organización, los voluntarios bolivianos son, en su mayoría, amigos y familiares de personas vinculadas al huerto, estudiantes de la Universidad Católica Boliviana y de la UMSA, jóvenes profesionales que tienen un interés por aprender a cultivar, cuidar el medio ambiente y conocer nuevas formas de vida, entre otros.
Manos a la tierra
Es una mañana de trabajo en el huerto Lak’a Uta, que por su ubicación ofrece una vista privilegiada de la ciudad de La Paz. Una hilera de parcelas muestra una gama diversa de hortalizas, verduras y plantas aromáticas. Cada parcela está a cargo de una familia que vive en Cotahuma, u otras zonas.
El propósito es dar disponibilidad de alimentos saludables y nutritivos a las familias que no tienen facilidad de adquirirlos por diversas causas, entre ellos la falta de recursos económicos; cada familia va entre una y tres veces por semana. Actualmente, cerca del 70% de los más de 10 millones de habitantes de Bolivia viven en áreas urbanas. Cerca del 50% está concentrado en solo cuatro ciudades: La Paz, El Alto, Santa Cruz y Cochabamba.
En el lugar, los voluntarios ponen manos a la tierra y trabajan para reforzar la labor de las familias y el huerto, en donde también se venden plantines. Álvaro Calderón, de 26 años, es egresado de la carrera de Psicología. Empezó como voluntario y hoy elabora su tesis sobre el sentido de comunidad del huerto Lak’a Uta.
"Planteo mi tesis desde la psicología social y comunitaria. Trata del sentido de pertenencia y de comunidad que han construido sus miembros; ellos son conscientes de que son parte de algo que va más allá de la agricultura urbana”, comenta.
Hace un año y medio Calderón conoció el proyecto y decidió participar como voluntario. Cuenta que la agrónoma Mariela Rivera -que también inició como voluntaria y hoy es parte del equipo de Fundación Alternativas- le enseñó todo lo que sabe: sembrar, cómo deshacerse de las plagas, cómo alternar cultivos, entre otros.
"Para una agrónoma que haya un proyecto de agricultura urbana es un sueño (...). Los voluntarios vienen con todas las ganas de colaborar a los vecinos y en cualquier actividad que se requiera. Cada persona brinda el tiempo que puede”, indica Rivera.
Los voluntarios coinciden en que al conocer el huerto tomaron conciencia del tiempo de crecimiento y desarrollo que requiere cada cultivo. "Pensamos que la comida viene del supermercado, lo que no sabemos es que una lechuga tarda en estar lista entre dos y cuatro meses. Las personas solamente saben que vale cuatro pesos. Hay una desconexión entre lo urbano y la verdad de la vida”, añade Calderón.
La voluntaria francesa Lauriane Talichet llegó, por segunda vez, hace dos meses a La Paz, su novio la llevó al huerto y le encantó. "Me gusta compartir con las personas que están unidas por un objetivo en común. Y que tengan la tranquilidad de comer saludable, orgánico y sin químicos”, dice la diseñadora gráfica, cuya única experiencia de agricultura urbana previa fue tener un huerta con algunas hortalizas en su casa de Francia.
Estados Unidos, Canadá, Francia, Jordania, España, Alemania, Inglaterra, entre otros, son los países de donde provienen los voluntarios que han trabajado en el huerto. La fundación ha contado con el apoyo de entidades como el Servicio Internacional Británico (UNAIS), The Barr Foundation, la Universidad de Chicago y la Universidad de Oregon, ambas de Estados Unidos. Se suman aficionados que conocieron el proyecto viajando por Latinoamérica y ayudaron por algunos días.
Varinia Rendón, egresada de Sociología; Natalie García y Jimena Zenteno, ambas ingenieras ambientales, conocieron Lak’a Uta como voluntarias de UNAIS. "Nos involucramos en el proyecto de Lak’a Uta en septiembre del 2015. Desde que llegamos hemos hecho varias cosas, como remover tierra, preparar adobes, plantar y desyerbar”, recuerda Zenteno. Mientras cosechan cebollas, cuentan que concluyeron recientemente sus carreras y decidieron quedarse como voluntarias en Lak’a Uta.
Rendón cree que esta actividad le permite trabajar en forma altruista y observar cómo el tiempo y la dedicación muestran resultados. "Al ser parte de este proyecto generamos un impacto directo en las mujeres, sus familias y en su alimentación”.
García añade que se trata, además, de aprender y ayudar a las familias a mejorar la producción. "Si nos detenemos a considerarlo seriamente, la agricultura urbana se trata de una cuestión de sobrevivencia”.
La directora ejecutiva de Fundación Alternativas, María Teresa Nogales, explica que el apoyo de los voluntarios es indispensable. "Este proyecto, esta iniciativa se basa en el poder sembrar un mañana con seguridad alimentaria, con bienestar, con comunidades sanas”.
Para los voluntarios y el equipo de la fundación la diversidad en el huerto trasciende la variedad de todo aquello que se siembra. La diversidad de personas, de experiencias, de conocimientos es uno de los pilares fundamentales del éxito del proyecto. "Al menos así lo vemos y por eso todos son bienvenidos”, finalizan.
Sobre la fundación
Contacto La Fundación Alternativas cuenta con una página web: www.alternativascc.org y una página en Facebook: Fundación Alternativas. La organización está abierta a recibir voluntarios locales y extranjeros.
Colaboración Además de los voluntarios, la fundación cuenta con pasantes de la Escuela Harris de Políticas Públicas de la Universidad de Chicago y la Clínica de Políticas Alimentarias de Harvard, ambas de Estados Unidos.
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