De cada diez ajíes colorados que usted usa para sazonar su comida, seis o siete son de procedencia peruana debido a que la oferta nacional desde hace diez años se ha estancado en las 2.000 toneladas, cantidad que apenas cubre el 34% de la demanda mientras que el resto entra del vecino país.
Juan Arévalo, gerente de Programas de la Fundación para el Desarrollo Tecnológico Agropecuario de los Valles (FDTA-Valles), explicó que la actual situación se debe a los bajos niveles de producción y productividad del cultivo, al alto nivel del contrabando de ají peruano y a la fluctuación y distorsión de precios en el mercado nacional y en el de Perú, que muchas veces condiciona al productor. De ahí que urge la operativización de la Ley 141 de ají y maní para impulsar al sector, que en criterio de Arévalo tiene el potencial para duplicar (4.000 toneladas) la oferta actual.
Chuquisaca, el principal proveedor
De las 2.000 hectáreas sembradas con ají, el 85% se concentra en Chuquisaca, Tarija tiene una participación de casi 6%, Santa Cruz un 4,6%, Cochabamba 2% y La Paz 1,5%. De la actual producción el 97% se destina al mercado interno y apenas un 3% a la exportación. En cuanto a la inversión que se necesita, Arévalo indicó que un productor debe gastar Bs 4.000 por hectárea
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