“Hemos comenzado con tres vacas y ahora tenemos 11 lecheras. Con las crías que recién han nacido dentro de un tiempo voy a tener 15 lecheras. Ése es el resultado de diez años de trabajo y sacrificio”, afirma Mery Jaillita, una mujer de carácter que junto a su familia ha mejorado la producción de leche en la zona baja de Batallas, del departamento de La Paz.
Batallas se encuentra a 60 kilómetros de la ciudad de La Paz. Al pasar por la carretera que se dirige a Copacabana la localidad no parece de gran tamaño, pero esto cambia cuando se decide conocerla. Frente a sus enormes campos abiertos, sus montañas protegidas por la Cordillera Real y sus vientos aguerridos, los habitantes de los tres pisos ecológicos de este municipio tratan de escribir una nueva historia en su actividad como criadores y productores, formando parte del proyecto “Batallas por del Desarrollo Productivo”.
La nueva historia se inició el 2007. Ese año, el interés por incrementar la producción y calidad de la leche de vaca en la zona baja de Batallas hizo que la Fundación Nuevo Norte fortalezca proyectos desde una metodología participativa, lo que terminó por involucrar a las 39 comunidades del municipio, a la mitad de sus familias -superando las 2.300- y a abarcar otros proyectos en la parte intermedia y alta de su territorio, con la contraparte del municipio, el brazo técnico de la fundación Pachamaman Urupa, la fiesta de la tierra, y otras instituciones.
Vacas, leche y pequeñas crías
Muy temprano, en la comunidad Calasaya, la familia Jaillita y un cuidador ordeñan a las vacas durante una hora y logran de 80 a 120 litros de leche.
Mientras el viento de las primeras horas pasa gélido por el terreno plano y amarillo en el piso ecológico más bajo del municipio, las vacas descansan junto a algunas crías parcialmente envueltas con mantillas de vicuña a causa del frío. Mery Jaillita, que también es veterinaria, cuenta sonriendo que lo mejor de su trabajo son esos pequeños que ayuda a traer al mundo y que nacen con un par de pestañas enormes y un dulce olor a leche.
En Huayrocondo, Félix Aruquipa y su esposa pasan por un filtro la leche recién ordeñada a tachos especiales que luego transportan a un centro de acopio, donde el producto se mantiene frío hasta que compradores y empresas de lácteos lo recogen.
Y Aruquipa también es veterinario. Él cultiva alfalfa y, gracias a un concurso, tendrá pronto una motobomba de agua. Los involucrados en el proyecto de la Fundación Nuevo Norte tienen establos donde pernocta su ganado y es también un lugar para proteger los cultivos. Ambos productores lecheros afirman que si los animales pasan la noche a la intemperie y les falta alimento, la obtención de la leche baja un 40%.
Lechugas famosas
La lechugas producidas por Calixto Alanoca, de 66 años, de la comunidad Pariri en el piso ecológico intermedio de Batallas, son famosas en los mercados de La Paz. Junto a su esposa Francisca tienen tres carpas solares donde producen las variedades “señorita” y “crespa”.
Los viernes y domingos transportan de 100 a 150 lechugas para venderlas en el mercado Rodríguez y otros centros de abasto. El calor dentro de las carpas es reconfortante. Allí, orgulloso, muestra sus hortalizas. “Antes tenía ‘vaquitas’ y chacra, pero no era lo mismo hasta pala y pico nos han dado. Ahora tengo una carpa con riego por goteo y produzco también rabanito”, dice. En la zona se cultivan diversas variedades de lechuga, coliflor, brócoli, entre otras hortalizas.
Al ingresar a Pajcha Peñas, los nevados Illampu y el Huayna Potosí dominan el paisaje y el terreno parece inconmensurable. Ahí, Silverio Mamani se dedica a producir papa, quinua, avena y cebada.
“La cebada y la avena la vendemos a los criadores de ganado de varios lugares como Chinchaya y Achocalla”, dice Mamani, mientras muestra algunas de sus tuntas más grandes escogidas de varios promontorios que tiene cerca de su casa.
Llamas y truchas de la cordillera
En Alto Peñas, el piso ecológico más elevado de Batallas supera los 4.000 metros de altura. Las llamas y sus crías se alimentan del forraje y parecen no hacerle caso al viento implacable que hay en esta época del año. Valeriano Mamani sigue la tradición familiar de crianza de camélidos para aprovechar su carne y fibra.
“Parece que estamos despertando, antes no sabíamos que habían varias calidades de la fibra y vendíamos las llamas sin ‘faenarlas’. Como la carne ahora es más cotizada estamos entrando en otros mercados”, dice.
Según cuenta, su producción ha mejorado desde la construcción de Qarwa Utas, especie de establos para llamas, lugar donde los animales pasan la noche.
En uno de los puntos más altos de Batallas está la laguna Khara Kota. En ese lugar, 70 familias pescan truchas que viven y crecen en sus aguas cristalinas. Rubén Mamani lanza el anzuelo al agua y sostiene su caña de pescar mientras afirma que antes vendían la libra de pescado a cinco bolivianos y ahora lo hace a 15.
“A las seis de la mañana salgo y mientras pesco pienso cómo podríamos tener más truchas y qué lindo sería que a esta altura, a 4.300 metros, haya pesca deportiva, pero todo ello respetando la naturaleza, como hacemos ahora”, sueña en voz alta.
Los habitantes de Batallas han invertido mucho esfuerzo para el mejoramiento de la producción. Y hay algo que todos los productores tienen en común: la dedicación y un profundo orgullo de mostrar el fruto de su trabajo. Con ello, se logra que la leche y la lechuga sean más dulces y que la carne y fibra sean más suaves, según sostienen los lugareños.
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