En un ambiente lleno de vida, la imagen de una mujer tostando granos de café, sentada frente a un tiesto, es captada por el lente de una cámara, ilustrando fielmente el proceso de elaboración de un producto de altísima calidad.
Mientras el sol sube para animar el día en la Chiquitanía boliviana, los Jichis (espíritus) del bosque se esconden en el corazón de los árboles y de los seres vivos que rodean a los hombres. Es por ello que todo tiene vida y da sonidos dicen los ancianos... y es precisamente en ese momento que la jornada se inicia a través del hálito de la tierra que inunda de luz el ambiente, llenando de mariposas que cargan de espíritu a los cafetales que pronto coronarán su labor en cerezos de intenso sabor.
En su corazón mismo, allí en lo más hondo, las mujeres del poblado Makanaté (que quiere decir "Triunfo" en el idioma nativo), producen uno de los mejores cafés del mundo, significando este emprendimiento para ellas, la consagración de un horizonte larga
y tesoneramente alcanzado.
En sus manos y en el cuerpo de la tierra habita su secreto. Los aromas inconfundibles y todo un proceso orgánico hacen de su producto, uno de los más reconfortantes elixires de la tierra que uno puede experimentar en la vida.
Todo está producido artesanalmente, garantizando así el amor y el espíritu de la Chiquitanía en una poderosa y aromática taza de café.
El trabajo de comunidades íntegras al interior del Territorio Indígena Monte Verde hace de este emprendimiento un ejemplo de producción integral que abarca no solo la plantación y recolección de la materia prima, sino también toda la tarea de lavado, despulpado, secado y obtención del pergamino del grano, hasta llegar al tostado, que haciendo uso de la cerámica tradicional y el conocimiento de las mujeres de mayor edad en las comunidades, corona su camino en la molienda del grano, hecha en tacú.
Durante este largo y sacrificado proceso, las comunidades están más unidas que nunca, así como los conjuntos de mariposas que animan y cargan de vida al bosque. Somos como ellas dicen los abuelos, que entienden que esa fragilidad ante la naturaleza es la misma que la del ser humano, que solo tiene el poder de entender su lugar y respetar a un todo que es mucho más poderoso que él, por lo que solo debe respetarlo y aprender a vivir conociendo su lugar de convivencia con el sistema.
Para mi, un orgullo y una alegría únicos por la oportunidad de documentar cada uno de los pasos que hacen al proceso, así como la ocasión de descubrir un territorio donde la vida y el contacto con la naturaleza lo son todo. Un recuerdo que se aviva noche a noche en mis sueños, porque definitivamente los jichis del bosque chiquitano me robaron parte del alma.
Finalmente, nada de esto hubiese sido realidad sin la tarea y la invitación
de un gran profesional como Pavel Campero Umaña, y del SNV, APCOB
y AFIN, que desde hace muchos años trabajan intensamente con las comunidades indígenas de Monte Verde, y en donde sin lugar a dudas, cualquier logro alcanzado por ellas es también un logro para el sacrificado trabajo de grandes amigos como ellos.
Por todo esto que apenas representa un eslabón en una gran cadena de emprendimientos en el orden integral del desarrollo territorial: chapié (Muchas gracias).
Para conocer más de estos emprendimientos y para contactos con el café de Makanaté, la gente puede contactarse vía Facebook, buscando la página de la organización “Autonomía Indígena y Gestión Integral en Monte Verde - Bolivia”.
Nota: La foto principal retrata la labor de producción artesanal del café de Makanaté, en manos de la señora
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