En junio las abejas trabajan con mayor intensidad e interrumpen su trabajo solo en días fríos con vientos de sur. Si el invierno se presenta benigno, las reservas de miel irán en aumento. Las abejas liban de flores de mango, camotillo, yerboso, algodonillo, San Francisco, y hierba del moro, para citar solo las principales.
A las colonias débiles se las fortalece dándoles dos o tres panales con cría y miel; todas las colonias de este mes deben encontrarse ya vigorosas. La capacidad de un apicultor se mide por el número de colonias fuertes y la producción que obtiene de las mismas y no por el número de colmenas que posee. Estar ubicado en una zona conociendo su potencial melífero es importante para tener éxito; las zonas con montes vírgenes no siempre son las más productivas, de ahí la importancia de conocer bien la flora melífera para instalar nuevos colmenares. Las zonas muy húmedas tampoco son las más adecuadas para la producción apícola. Estos meses son los más indicados para el traslado de colmenas pobladas. Si hay que cambiarlas de sitio, debe ser durante la noche. En el día se las prepara, remplazando las tapas con lienzos y asegurando las cámaras de crías con las alzas; al anochecer con la ayuda de un ahumador, se hacen ingresar a la colmena las pocas abejas que permanecen en las piqueras, las que luego se cierran con tela milimétrica. Es posible que durante este mes se pueda extraer un poco de miel, pero solo la madura que está en los marcos operculados para evitar que se fermente.
Durante la cosecha hay que tomar precauciones, los marcos se deben sacar lo más rápido posible. En el centrifugado y demás operaciones de extracción hay que extremar las medidas de higiene. En los depósitos de decantación la miel debe permanecer por lo menos diez días para conseguir que las burbujas de aire y las impurezas suban a la superficie y así tengamos un producto de calidad. (Flora Apícola Subtropical de Bolivia (1980) de Noel Kempff Mercado).
No hay comentarios:
Publicar un comentario