A quien se le pregunta sobre el tema del arroz, después de soltar brevemente algunas palabras clave como ‘riego’, ‘precio’ y ‘rendimiento’, sale otra que es ‘políticas’. Es porque se trata de un producto estratégico. Como el gas, como el petróleo, que pueden sacar al país de la pobreza, el arroz puede ayudar a garantizar la seguridad alimentaria y reducir la desnutrición. Nueve de cada diez bolivianos consumen este grano.
Por eso se lo considera estratégico y lo que esperan productores como Gonzalo Vásquez es el financiamiento de semillas y agroquímicos y la posibilidad de exportar, prohibida por decreto desde 2008 para evitar la escasez. Vásquez es el vocero de 7.000 familias que se dedican a este cultivo. Todas están agrupadas en Fenca, la Federación Nacional de Cooperativas Arroceras.
Fenca es solo una parte de quienes se dedican a este grano, introducido por los misioneros jesuitas y los colonizadores españoles hace cuatro siglos. En todo el país hay unas 70.000 familias dedicadas a esta actividad, según una investigación de Ana Isabel Ortiz y Lorenzo Soliz, publicada por el Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (Cipca).
POCOS, PERO PRODUCTIVOS
El 80% de estas familias son pequeños productores, explica Adrián Cruz, técnico del Cipca. El investigador Luis Antonio Cuéllar añade un matiz interesante a esta cifra. El 80% de estas familias son pequeños productores y cubren el 20% de la producción nacional. El 20% de los grandes y medianos productores se hace cargo del 80% de todo el arroz que Bolivia produce. Para ponerle más números, el país supera las 350.000 toneladas anuales. Es cantidad suficiente para llenar 14.000 camiones.
Esos camiones llevan el producto hasta la última mesa boliviana. El arroz es consumido por todas las clases sociales. El consumo per capita, es decir lo que cada boliviano se sirve cada año es apenas 20 kilos. Es muy poco si se compara con los 50 que se comen en la zona oriental de Bolivia y poquísimo si se toma como parámetro a un japonés de, digamos, Tokio, que ingiere cada año 90 kilos de este grano.
UNA VIEJA IDEA
No han faltado intentos por fomentar la producción. En 1942 se creó el Banco Agrícola, luego la Corporación Boliviana de Fomento y en la década de los 50, el Estado impulsaba este cultivo en el marco de la sustitución de importación de alimentos, que incluía también al azúcar y el aceite.
En 1960 se creó el Comité Nacional para la Comercialización del Arroz, que solo funcionó durante cuatro años. En 1968 el Comité Nacional de Arroz también buscó regular los precios, pero cerró por falta de fondos porque dependía de Estados Unidos. En 1972 se creó ENA, la Empresa Nacional del Arroz. Los objetivos eran ambiciosos: almacenar, comercializar, exportar y ayudar a los productores en la compra de insumos. Apenas logró acopiar el 20% de la producción y tuvo que cerrar. La crítica a estas iniciativas: el apoyo llegó a muy pocos.
ENTRAN LAS ONG... y EMAPA
En ese momento, la cooperación internacional y las ONG tomaron la posta para apoyar a los productores. En 1989 hubo un proyecto de apoyo a la comercialización, en 1999 otro de multiplicación de semilla bajo inundación. En 2000 se difundió semilla de alta calidad para pequeños agricultores. La Fundación Trópico Húmedo ejecutó proyectos en Santa Cruz y Beni, difundiendo nuevas variedades y capacitando con tecnología de cosecha y poscosecha. Como afirma Cipca, las políticas de apoyo han influido poco en el sector.
La recientemente creada Emapa (Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos) tiene la finalidad de regular los precios: disminuir el que paga el consumidor y aumentar el que recibe el productor. Empezó su labor en 2007 y sus logros se resumen hasta 2009 en la distribución de semilla para 4.160 hectáreas y en la compra de 11.000 toneladas de arroz a 1.200 productores. Es poco. Según estima Adrián Cruz, no se ha llegado ni al 10% de los productores organizados. El presidente de Fenca, Gonzalo Vásquez, indica que el apoyo inicial de Emapa llegaba a las 33.000 hectáreas durante la campaña 2007-2008, y para la campaña 2008-2009 el estímulo a la producción, que consiste en financiar semillas, diésel y agroquímicos, se redujo a 17.000 hectáreas. “No sabemos a cuánto se llegará en esta campaña”, comenta el dirigente.
David Pérez es presidente del Consejo Nacional Arrocero, que se dedica a la investigación y a la transferencia de tecnología. Su observación principal a Emapa consiste en que solamente financia y no tiene apoyo técnico. “Si hay un grupo de motistas (taxistas que quieren sembrar), le dan la semilla y el diésel. No le entienden y siembran, luego pierden y no pagan”. Como no hay -asegura Pérez- un buen sistema de recuperación del dinero prestado, la gente se arriesga a sembrar.
Capacidades. Llegaron técnicos de varios países en 2007 para enseñar cómo se elabora la harina y otros subproductos. Funcionarios de l Cipca y campesinos aprendieron a usar la harina
Así se explica el dirigente la reducción en la cantidad de hectáreas sembradas con apoyo de Emapa: por la mora elevada de su financiamiento y por los precios bajos del arroz. El quintal (46 kilos) costaba, el año pasado, 250 y hasta 300 bolivianos. Este año el quintal cuesta 170 bolivianos. “En las semilleras hay mucha semilla, pero hay pocos sembradores”, asegura Pérez. Solución sugerida: incluir a los arroceros en el directorio de esta empresa estatal.
Según afirman los funcionarios de Emapa, en estos cuatro años apoyó a la producción de 99.683 hectáreas desde la campaña verano 2007/08 hasta el presente verano 2011/12. La producción de arroz que se genera mediante esta iniciativa, con la ayuda de Emapa, representa un 20 % de la producción nacional en cada campaña. Su trabajo se desarrolla en Beni y Santa Cruz.
“Los insumos agrícolas (semilla certificada, defensivos agrícolas y diésel) que Emapa otorga a los pequeños y medianos arroceros son otorgados sin ningún interés y sin ningún tipo de garantía solvente ni hipotecaria. Hasta el momento, se pudo apoyar a más de 6.000 familias productoras de arroz. Estas unidades familiares reciben campaña tras campaña capacitación, asistencia técnica, asesoramiento permanente”, afirma Marco Yupanqui, comunicador de la institución.
“La semilla distribuida es un insumo de alto rendimiento y cuenta con las certificaciones correspondientes de las autoridades competentes como el Comité Regional de Semillas, cumpliendo las normas de calidad exigidas”, sostiene Yupanqui.
POR SU CUENTA
Los arroceros no se han quedado de brazos cruzados. Fenca, por ejemplo, recibe apoyo del Fondo Latinoamericano para Arroz de Riego, formado por instituciones de Brasil, Colombia, Venezuela y el Centro Internacional de Agricultura Tropical.
El Consejo Nacional Arrocero, de Bolivia, representa al Centro de Investigación Agrícola Tropical (CIAT), a la Asociación de Productores de Arroz (Aspar), a la Cooperativa Agropecuaria Integral San Juan de Yapacaní (Caisy) y a la Federación Nacional de Cooperativas Arroceras de Bolivia (Fenca). Pagan anualmente $us 45.000 a este fondo para recibir ayuda en mejoramiento genético y manejo agronómico. Gracias a este trabajo se ha logrado aumentar dos toneladas al rendimiento por hectárea.
Sabor. En las ferias productivas los derivados tuvieron mucha demanda. Las tortas causaron sorpresa
Pedro Yonecura, de Caisy, relata que empezaron por su cuenta a instalar sistemas de riego hace 11 años. Hoy producen hasta seis toneladas por hectárea, y con las siembras de julio y agosto pueden rendir hasta ocho toneladas más. Están cerca de las siete que producen Argentina y Brasil. Pero Caisy es la excepción, puesto que otros productores tienen rendimientos que apenas llegan a dos toneladas.
Como aclara Adrián Cruz, el arroz sembrado bajo riego es una inversión segura. Una de las esperanzas para extender el sistema está en los $us 300.000 que el Ministerio de Agua está asignando a los municipios. Un ejemplo es Guarayos, que aprovechó el dinero para instalar sistemas de microrriego en cinco comunidades. Un pequeño comienzo, puesto que actualmente, un 10% de lo sembrado en Bolivia recibe riego.
Para nutrirse y ganar un poquito más
El CIAT ha validado variedades de arroz ricas en hierro y zinc como ‘Azucena’ y ‘Saavedra’. El costo para la población es el mismo. ‘Azucena’ es un grano apto para los pequeños agricultores.
Cipca empezó en 2007 un proyecto para dar valor agregado al arroz. Capacitó en comunidades de San Pablo, San Andrés, Urubichá. Fueron 13 comunidades del municipio de Ascensión de Guarayos.
Se logró demostrar que es posible sustituir la harina de trigo con la harina de arroz.
Mujeres como Lucila Domínguez pudieron utilizar el granillo que antes arrojaba a los chanchos para elaborar productos con valor agregado.
Entre esos productos están los queques, cuñapes, panes, hojuelas, magdalenas, alfajores, empanadas, pipocas, pan integral y otros horneados. También se produce chicha y vino de arroz.
Expertos de Tailandia y Japón llegaron para enseñar cómo elaborar jugos y harina de arroz.
Los subproductos fueron expuestos en varias ferias. Tuvieron mucha demanda.
La formación de microempresas dedicadas a elaboración de subproductos permitió a las mujeres ganar dinero para el estudio de sus hijos.
Se publicaron un manual y una cartilla para elaborar los subproductos.
Una de las aspiraciones de quienes elaboran subproductos es introducirse en el desayuno escolar.
Lo que producimos
350.000
Toneladas producidas
En 30 años, la producción pasó de 100.000 toneladas a esta cifra. En algunas ocasiones, por la ampliación de superficie y la humedad se superaron las 400.000
8 t
El mejor rendimiento
Aunque hay rendimientos de dos toneladas, cuando se aplica riego se obtiene 8 toneladas. El logro corresponde a los agricultores de Caisy
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