América Latina y el Caribe ha realizado unos progresos extraordinarios en la disminución del hambre en la región en las últimas dos décadas cumpliendo con las metas tanto del primer Objetivo de Desarrollo del Milenio como de la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, al reducir a la mitad respectivamente la proporción y el número de personas que padecen hambre. Es la región que mayores progresos ha realizado en todo el planeta.
Veinticinco años atrás, América Latina y el Caribe comenzó a enfrentar el desafío de los Objetivos de Desarrollo del Milenio con un 14,7% de su población afectada por el hambre. Más de 66 millones de personas eran incapaces de obtener los alimentos que necesitaban para llevar una vida sana. Hoy, el panorama es completamente diferente. Gracias a los enormes esfuerzos de los países, el porcentaje de subalimentación ha caído a 5,5 %, el número total se ha reducido en más de treinta millones de personas (a pesar de que la población aumentó en 163 millones de personas) y la desnutrición aguda en niños menores de 5 años sólo afecta al 2 %.
Esto se debe principalmente al gran compromiso político en la región, a los resultados positivos de la combinación del crecimiento económico y el refuerzo de los sistemas de protección social, a la formulación y aplicación de políticas públicas diversas y a la solidaridad entre los países en la región plasmada en actividades de cooperación Sur-Sur.
Pero digámoslo con claridad: esos avances no son suficientes. El gran problema del continente no es ahora la falta de alimentos sino su acceso (es decir, la pobreza) así como su exceso. La obesidad es ahora una plaga tan formidable como la del hambre en una región donde entre el 20 y 25 por ciento de jóvenes adolescentes son obesos, o sea, la increíble cifra de 1 de cada 5, y donde unos 3.9 millones de niños se ven afectados por el mismo problema de obesidad.
Aunque Latinoamérica y el Caribe ha dado un salto adelante, los desafíos pendientes para alcanzar la meta de hambre cero aún son considerables: 34 millones de hombres, mujeres, niños y niñas viven con hambre, 27 millones viven en pobreza extrema y la proporción de adultos obesos supera el 22% en muchos países de la región.
El próximo 29 de febrero, los gobiernos de América Latina y el Caribe se reunirán en Ciudad de México durante la Conferencia Regional de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para encontrar soluciones conjuntas no sólo para disminuir el hambre y la malnutrición sino para eliminarla de una vez por todas. Es un objetivo tan ambicioso como posible. La Conferencia se reúne cada dos años y en ella los gobiernos fijan las prioridades de trabajo en la región, pero la de este año ocurre en un momento muy particular de la historia de América Latina y el Caribe.
Erradicar el hambre y la malnutrición es el objetivo de la primera de tres iniciativas regionales que la FAO presentará a los gobiernos durante la Conferencia. La primera de ellas, también conocida como Iniciativa América Latina y el Caribe sin Hambre, busca apoyar a los países a cumplir el compromiso que asumieron de acabar con el hambre en menos de una década, para el año 2025.
La región fue pionera en asumir este reto, y ha respondido a él a través de su principal órgano de integración, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, la cual en 2015 empezó a implementar su Plan de Seguridad Alimentaria, Nutrición y Erradicación del Hambre. Este acuerdo político sin precedentes está fortaleciendo y dinamizando los esfuerzos regionales para poner fin de manera definitiva al hambre.
La segunda iniciativa regional de la FAO está centrada en fortalecer la agricultura familiar, los sistemas alimentarios y el desarrollo rural sostenible. Pone el foco en los agricultores familiares, quienes enfrentan múltiples dificultades en términos de su acceso a recursos productivos, a mercados, a infraestructura básica, a servicios públicos, a tecnología y financiamiento. Y a pesar de ello, la agricultura familiar es la columna vertebral del sistema alimentario regional. Producen la mayor parte de los alimentos de consumo local y generan la mayoría de los empleos rurales.
La tercera iniciativa regional de la FAO busca fomentar el uso sostenible de los recursos naturales, la adaptación al cambio climático y gestionar adecuadamente los riesgos de desastres, que son aspectos claves para enfrentar crisis como el brote actual del virus Zika, una enfermedad que no respeta fronteras y sólo puede ser controlado a través del esfuerzo coordinado de todos los países de la región.
Las condiciones más cálidas y húmedas creadas por el cambio climático no solo facilitan la transmisión de enfermedades transfronterizas afectando la seguridad alimentaria y la salud, sino que también aumentan la frecuencia e intensidad de los desastres naturales, los cuales causaron pérdidas por US 11 mil millones de dólares en el sector agrícola de la región entre 2003 y 2013.
Un tercio de la población de la región vive en zonas de alto riesgo de desastres. La sequía seguida por exceso de lluvias e inundaciones severas, por ejemplo, tiene efectos devastadores en el llamado Corredor Seco que atraviesa El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, donde más de un millón de familias viven de la agricultura familiar de subsistencia.
Estas tres iniciativas serán presentadas a los gobiernos durante la Conferencia para fortalecer los aspectos claves de la seguridad alimentaria regional y apoyar el camino que la región está transitando hacia hambre cero.
América Latina necesita mantener el liderazgo que logró en los Objetivos de Desarrollo del Milenio y utilizar la gran variedad de políticas y estrategias exitosas de lucha contra el hambre que han desarrollado los países para avanzar en los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible, asumidos por la comunidad internacional durante 2015, el segundo de los cuales propone la misma meta que ha planteado la región: erradicar el hambre por completo.
Lo que hace pocas décadas parecía una meta inalcanzable, hoy se vislumbra al alcance de la mano. Es el sueño de toda una generación: una América Latina y el Caribe libre de hambre y plenamente sostenible. Podemos ser la primera generación Hambre Cero.
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