El principal reto para la agricultura en el mundo y en Bolivia es aumentar la productividad y los rendimientos sin ampliar la frontera agrícola, y la biotecnología ayuda en la ejecución de este objetivo, pero genera debate por los productos transgénicos.
El presidente de APIA, René Castedo, expresó en el foro “Seguridad Alimentaria y Biotecnología” que “no hay respuestas fáciles” y que “no existe en el mundo un emprendimiento que no tenga algún grado de riesgo; por ello, hay que asumir el compromiso de forma unánime, responsable y concertada, especialmente cuando los avances que se dan en la ciencia respecto a nuevas tecnologías para el agro, siguen un riguroso control para liberar productos modificados genéticamente”.
La Asociación de Proveedores de Insumos Agropecuarios (APIA) cuenta con 80 empresas afiliadas. El 2009 vendieron insumos por $us 200 millones y por la comercialización de semillas, $us 100 millones. Son miembros de Crop Life.
En el foro organizado por el Instituto Boliviano de Comercio Exterior, Pablo Antelo, su presidente, manifestó que frente a los cambios climáticos y las plagas que afectan al rendimiento de la tierra, “aplicar la tecnología con un enfoque multidisciplinario en los ámbitos de la biología, biquímica, genética, virología, agronomía, ingeniería y otras es la respuesta”.
La biotecnología agrícola se presenta como una alternativa, con el aporte de mejorar las especies para que sean resistentes a diferentes factores de la naturaleza. Éstos son más conocidos como organismos genéticamente modificados o transgénicos.
En el caso de Bolivia, el 85% de la soya es transgénica, aseguraron en el foro. De su cultivo se elabora la torta de soya y los aceites. Y es uno de los principales productos de exportación de Bolivia. Sin embargo, persiste la preocupación de que la biotecnología no sea del todo segura.
Carlos Buzio, presidente de CropLife Latin America, precisó que esta asociación gremial que representa a la industria de la ciencia de los cultivos, “investiga, inventa, desarrolla y comercializa productos agroquímicos y de biotecnología que contribuyan a la productividad y competitividad agrícola”. Otros representantes de APIA, como Bayer, manifestaron que realizan todos los estudios previos antes de lanzar un producto al mercado, más aún si será utilizado en los cultivos agrícolas.
Por su parte, Primo Nina, representante de productores orgánicos, enfatizó en la necesidad de dar mayor espacio a la agricultura orgánica y al consumo de sus productos, que ya tienen gran demanda en mercados europeos, con alto poder adquisitivo.
Constitución. Por su parte, Erika Montes, representante del Viceministerio de Medio Ambiente en el foro, manifestó que se precisa un diálogo claro y abierto, sin prejuicios y con datos confiables para abordar a fondo el tema de biotecnología.
Adelantó que el proyecto de ley de la Madre Tierra, en construcción, tratará su uso. El artículo 409 de la Constitución Política del Estado manda que “la producción, importación y comercialización de transgénicos será regulada por Ley”.
Para Carlos Buzio, no hay riesgo conocido; hoy “hay 134 millones de hectáreas en el mundo que son cultivadas con ayuda de la biotecnología”. Para Castedo, hoy el problema es el contrabando de insumos que ingresa a Tarija y que por desconocimiento en el uso, los campesinos pueden provocar daños a su salud.
Se precisa “un marco legal que normalice y regule la práctica de la biotecnología en la agricultura boliviana”, éste fue el tema recurrente en los planteamientos de los participantes en el foro.
Retos para seguridad alimentaria
El expositor uruguayo Carlos Buzio dijo que el desafío para la humanidad es la creciente población, cuando el mundo tiene un límite de producción en términos de tierra cultivable.
“En 1950 la población era de sólo 2.500 millones y la disponibilidad era de 1.300 millones de hectáreas para ello; el año 2020 seremos 7.500 millones de personas y el área cultivable máxima habrá subido solo a 1.500 millones de hectáreas, lo que nos enfrenta a la odisea de generar un 70% más de alimentos que hoy en día, con prácticamente la misma cantidad de tierra. El reto es aumentar la productividad y los rendimientos de los cultivos sin ampliar la frontera agrícola, lo que únicamente se puede hacer con la biotecnología”.
René Castedo, presidente de APIA, expresó que “la soberanía alimentaria de un país se logra con la combinación equilibrada entre el uso de tecnología, conocimientos y el trabajo humano especializado, que mediante los cultivos hace que las plantas transformen los nutrientes del suelo en alimentos”. Agregó que “Bolivia tiene el potencial de poder no sólo alimentar a toda su población, sino también contribuir a la alimentación de habitantes de otros países del mundo mediante la exportación de sus excedentes”.
Compromiso de proteger cultivos
APIA se constituyó con la finalidad de promover el manejo y uso seguro de plaguicidas y fomentar las buenas prácticas agrícolas, comerciales y productivas. Hoy agrupa a más de 80 empresas dedicadas a la importación y formulación de productos para la protección de los cultivos, semillas, maquinarias e implementos agrícolas.
Aseguran que en sus más de tres décadas la institución ha logrado incidir en las políticas públicas con su contribución en la elaboración de normativa regulatoria relacionada a los insumos agrícolas y en la modernización de la legislación del sector. Con sus empresas socias, a la fecha financia el 35% de los costos operativos de la agricultura nacional.
APIA tiene cuatro programas de responsabilidad social: Espantapájaros, Huertos Escolares, Cuidagro, Centro de Toxicología y Campo Limpio. El programa Centro de Toxicología se traduce en la atención permanente a pacientes con síntomas de intoxicación e incluye la capacitación al sector salud sobre toxicología y primeros auxilios. Con Campo Limpio recupera envases y desechos de productos de protección de cultivos, para su reciclado en empresas especializadas.
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