La harina de plátano verde es parte de la dieta alimenticia de los habitantes de Tumichucua, Beni, hace cientos o, quizás, miles de años. Sus ascendientes molían el plátano verde en tacús y luego secaban la harina para utilizarla en diferentes preparaciones y, hace dos años, 20 de las 60 familias del lugar lograron mejorar sus ingresos gracias a un emprendimiento en sociedad.
Sueños en el paraíso
Tumichucua está 25 kilómetros de Riberalta, camino a La Paz, es una comunidad con al menos 560 habitantes que conforman 60 familias, de las cuales casi el 90% se dedica al cultivo de platanales. Viven alrededor de un lago de aguas cristalinas que alberga una isla con el mismo nombre (en lengua takana significa "isla de palmeras”).
En esa "isla de palmeras” hay una selva de 150 hectáreas, habitada por especies silvestres como cerdos del monte (denominados kochis), tatús, monos e incluso tigres, además de innumerables aves. Tumichucua es el destino turístico de viajeros que quedan maravillados con un tesoro de la Amazonia boliviana.
En aquel paraíso terrenal, hace tres años, los jefes de 20 familias comenzaron a organizarse con el objetivo de buscar formas de aumentar sus ingresos, más allá de sólo vender los racimos de plátano que producían. Como resultado, el 3 de marzo de 2012, conformaron una asociación para industrializar y comercializar uno de sus milenarios alimentos: harina de plátano verde, que en la Amazonia se denomina "chila”.
"En los 33 años que tengo, desde niño me crié con chila. Mi abuelita la molía en tacú y yo, como todos los que vivimos acá, aprendí el proceso”, cuenta Dilfredo Moreno, presidente de la Asociación de Productores de Harina de Plátano Verde de Tumichucua.
Aprestamiento empresarial
La organización del proyecto duró casi un año; Dilfredo Moreno plasmaba lo que había estudiado en la universidad, donde hizo la carrera de Sociología y se especializó en elaboración de proyectos.
El primer apronte emprendedor fue la adquisición de maquinaria en la ciudad de Guajaramerín, Brasil, vecina de la localidad boliviana de Guayaramerín. Luego, buscaron el respaldo de las autoridades municipales de Riberalta y organizaciones no gubernamentales dedicadas al desarrollo productivo -como Fundación Amigos de la Naturaleza- y, con los perfiles de proyecto, consiguieron ayuda.
De esa manera comenzaron a producir de forma industrial y, con el apoyo económico y técnico en cuanto a normas sanitarias, la empresa que provee desayuno escolar al municipio de Riberalta los contrató para proveerse de harina de plátano verde, en 2013 y 2014.
La harina se usa para preparar una especie de mazamorra, que gusta mucho a los estudiantes. El producto, además de ser delicioso, es rico en potasio e hidratos de carbono, útiles para que las energías no falten en la jornada escolar.
Con la compra de más maquinaria ampliaron su producción de 30 kilos diarios a por lo menos 130. Sin embargo, junto con el crecimiento vinieron obstáculos más grandes, muchos interpuestos por las autoridades y normas nacionales.
"Comenzamos con una pequeña sede para las primeras máquinas; los recursos económicos no nos alcanzaban para una infraestructura grande cuando solicitamos el certificado del Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria e Inocuidad Alimentaria (Senasag) y se nos devolvió la solicitud con unas 100 mil observaciones”, recuerda de forma anecdótica Moreno.
Empero, a la vez se lamenta porque "el campesino, que tanto necesita, especialmente en la Amazonia boliviana, donde hay un potencial tan rico de la naturaleza que podríamos aprovechar, no tiene el apoyo y, es más, le dan un ch’utazo y lo tumban; eso molesta”.
La asociación vende su producto en paquetes de cuarto, medio y un kilo y espera superar todas las observaciones hasta mayo. De momento su harina de plátano verde está validada con el resultado de un análisis bromatológico que comprueba que es 100% natural, 100% sanitario y 100% saludable. Los interesados en contratos comerciales pueden acceder al producto mediante el 73164301 y la dirección de correo electrónico reddil-moreno@hotmail.com.
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