sábado, 4 de marzo de 2017
Invernaderos high-tech crecen tomates en la selva o en el desierto
Del desierto australiano a Hiroshima, del sur de Francia a México, invernaderos cada vez más tecnológicos, logran que tomates o fresas maduren a mayor velocidad, supervisados por un ordenador y sin necesidad de pesticidas químicos o agua potable.
Sin necesidad de energías fósiles, insecticidas químicos o agua potable, la granja solar de Sundrop Farms, fundada a finales de 2016 en Australia, hace crecer tomates en el desierto gracias a dos recursos naturales gratuitos -el sol y el agua de mar- en un complejo único en el mundo.
Su dueña, la compañía holandesa Van der Hoeven, la presentó a principios de febrero en el salón Fruit Logística de Berlín. El proyecto, creado junto al danés Al Borg, consta de 200.000 metros cuadrados de invernaderos de cristal, rodeados de 22.000 espejos.
Estos atraen los rayos del sol concentrándolos en lo alto de una torre convertida en una especie de caldera gigante, que eleva el agua marina a 800 grados centígrados, desalándola, lo que permite refrescar e irrigar con ella las plantas.
Van der Hoeven, que obtiene el 95% de su facturación (70 millones de euros) con la exportación, "está negociando un proyecto similar en Arabia Saudí", indica Peter Spaans, su director comercial.
En todas las latitudes se han adquirido otros invernaderos de alta tecnología: de las estepas de Kazajistán a Hiroshima en Japón o la selva tropical de México.
"Allí, el desafío es deshumidificar, gracias a la utilización de materiales higroscópicos, una especie de esponjas", dice Spaams.
"En México, en una zona tropical donde la humedad y las enfermedades propias de ese clima obligarían a aplicar un tratamiento químico diario, los invernaderos han hecho caer la frecuencia de tratamiento a una al mes", explica por su parte Antoine Lepilleur, presidente de Richel Equipement, primer constructor francés de invernaderos, basado en Saint-Rémy-de-Provence (sur de Francia).
Revolución
"Con el cambio climático, cada vez se producen más fenómenos extremos", agrega, como "lluvias en plena temporada seca en zonas donde no llovía nunca". Y "todo un sistema de producción puede hundirse de golpe", indica.
El único problema de granjas como la de Sundrop es el precio: 100 millones de euros.
Para hacer viable este proyecto, los inversores debieron obtener de uno de los clientes un compromiso sobre el precio mayorista de los tomates a tres dólares el kilo durante 10 años, indica una fuente cercana a las negociaciones.
Se trata de un precio impensable en Europa, donde el kilo oscila entre 1 y 1,5 euros.
Pero hay quienes creen que vale la pena, como Vincent Clément, joven productor de tomates agroecológicos, que se ha pasado al sistema Van der Hoeven bautizado "eco-invernadero".
Su interior prácticamente hermético mantiene a raya a los insectos y las plagas, limita el uso de fungicidas por el control estrecho de la temperatura gracias a un ordenados y no requiere tratar las raíces porque las plantas se obtienen de injertos.
"Es una revolución como la que no hemos conocido en 25 años y que no volveremos a conocer en otros 25 asegura.
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