Gonzalo Flores, sociólogo, Ms. Sc. Manejo de Medio Ambiente por la Universidad de Londres, Colegio Imperial de Ciencia y Tecnología, estudia desde hace varios años el polémico tema de los alimentos u organismos genéticamente modificados (OGM).
La semana pasada, en la primera parte de esta entrevista, se ocupó de orientar sobre los argumentos en contra de los OGM en el mundo. Para concluir, ahora destaca las ventajas de estos alimentos, las decisiones adoptadas por Bolivia al respecto y, a propósito de la presentación de su último libro relacionado con este tema, hace una somera evaluación de las políticas agrarias del gobierno de Evo Morales.
CAPITALES (C). ¿Cuáles son los argumentos a favor de los OGM?
Gonzalo Flores (GF). El primero es que un OGM no es un ser radicalmente distinto de uno no modificado. El segundo, que tenemos la tecnología que nos permite modificar ciertos aspectos, funciones muy específicas de las plantas para que generen un efecto benéfico, incluso nutricional. Por ejemplo, ya está disponible un arroz que es capaz de producir mucha más vitamina A que el arroz convencional. Eso significa que ahora se puede combatir el problema de la visión, que puede llevar a la ceguera; o se puede lograr que el arroz o cualquier otra especie produzca más hierro, que evita la aparición de anemia, causa de enfermedades en menores de cinco años y en embarazadas.
La ingeniería genética ayuda a salvarnos de enfermedades. Por ejemplo en Hawaii había una enfermedad producida por el virus llamado “del anillo” que afectaba a la papaya. Mediante la modificación genética se permitió que la papaya se vuelva resistente a ese virus y se salve de la enfermedad.
Con el trigo hubo una experiencia importante en Uganda, donde un virus atacaba el tallo de la planta y esta se doblaba, muriéndose. La enfermedad fue viajando hacia el este, cruzó el golfo hacia Yemen hasta llegar a la antesala de India y China: 3.700 millones de personas corrían el riesgo de quedarse sin trigo. Ahí se adoptó una solución combinada: variedades mediante métodos convencionales y también el desarrollo de otras genéticamente mejoradas para que sean resistentes.
C. Pero, en nuestra vida cotidiana usamos material genéticamente modificado, ¿verdad?
GF. Sin saberlo y, además, sin quejarnos. Por ejemplo a mí, como a millones de personas, me gusta el queso. Antes, para que la leche cuaje se la calentaba, se dejaba que baje la temperatura y las señoras le añadían una cositas que llamaban “cuajo”, que eran pedazos de estómago de los terneros lactantes. Y con eso se formaba el queso, porque ahí hay una bacteria que hace el trabajo de descomposición. Ese ha sido el método tradicional, yo vengo de familia de pastores...
Ese pedacito de estómago de ternero producía una sustancia denominada “quimosina”, que es la que produce el corte de la leche y su transformación en queso. Actualmente, la producción de queso se sigue haciendo a base de quimosina, pero por bacterias que trabajan a las órdenes de los laboratoristas porque han logrado modificar bacterias para que produzcan quimosina en la cantidad suficiente que necesita la industria láctea para producir las cantidades de queso monumentales que se consumen en el mundo.
Otro ejemplo es la insulina, obtenida mediante procesos de modificación genética porque se necesitan grandes cantidades para tratar a los diabéticos, y todo el mundo tranquilo, no protesta porque venga de OGM sino más bien dice: “ah, qué bien, muchas gracias, menos mal que hay esto porque hace treinta años me moría”. La insulina salva a millones de personas.
En los últimos 30 a 50 años, nuestra comprensión de qué es y cómo está organizada la vida se ha multiplicado por diez mil. Un biólogo que haya estudiado hoy cuatro años en una universidad, sabe mucho más que todos los sabios del siglo XIX. Porque hemos entendido que las claves de la vida está en el ADN, en el nivel molecular.
C. ¿Las decisiones del país con relación a los OGM han sido las más adecuadas?
GF. Yo creo que en Bolivia se han tomado decisiones demasiado rápidas sobre los OGM, en una posición fundamentalmente precautoria: “pondremos medida contra esto, no vaya a ser que sea malo”. El mismo surgimiento del Comité de Bioseguridad está basado en eso.
Pienso que hubiera sido mejor postergar las decisiones y analizarlas mejor. Bolivia se ha apresurado en todas las medidas y lo va a lamentar, hubiera sido mejor esperar unos años, formar criterio en base al conocimiento científico y cerrarlo o abrirlo de manera más informada.
C. ¿Por qué dice que lo va a lamentar?
GF. Si uno cerró, después tiene que abrir y anular su legislación, con lo cual quiere decir que legisló equivocadamente; ese es un error para un país. Y si abrió prematuramente y se descubrieron efectos nocivos, pues abrió y los resultados negativos ya se produjeron; yo no creo que se vayan a encontrar resultados negativos del consumo de los OGM, porque los principales estudios que hay sobre su impacto en la salud humana indican que no existe ninguna evidencia importante de que sean dañinos.
Bolivia se ha adelantado y ha entrado en una contradictoria. Primero ha dicho: “no se pueden OGM”, después “no se pueden OGM para especies nativas en Bolivia”, lo cual es absurdo porque prácticamente no hay nadie interesado en alterar el genoma de la racacha, del yacón o del achachairú; no son especies de valor comercial importante. Se modifican los genomas de especies que tiene un valor comercial importante: soya, maíz, trigo, etc. Bolivia va a tener que revisar su legislación sobre los OGM y ojalá que lo haga sobre la base de conocimiento fundado.
C. En general, ¿cómo evalúa las políticas agrarias del gobierno de Evo Morales?
GF. Justamente estoy presentando un libro sobre los diez años de políticas agrarias del MAS, el resumen con la Fundación Pazos Kanki y el libro completo posiblemente con la Fundación Tierra. En pocas palabras, durante este gobierno se ha gastado más dinero en términos absolutos en el sector agropecuario, pero en términos relativos han bajado los componentes principales del apoyo a la agricultura; o sea, la agricultura ha perdido importancia en la política del Estado, en detrimento de los otros sectores: hidrocarburos, infraestructura, minería, seguridad del Estado, burocracia, etc.
En agricultura, el Gobierno ha gastado en dos líneas que son las menos eficientes para apoyar a los agricultores: 1) Darles insumos con la esperanza de que eso eleve los rendimientos, pero todos los economistas del mundo saben que es una forma poco eficiente de hacerlo; es muy intuitiva. 2) Los precios del mercado. Se ha gastado muchísimo dinero en evitar que los precios suban, por ejemplo con el pollo entregamos maíz a precio subsidiado; con el pan subsidiamos el precio de la harina, etc. En Bolivia hay ocho alimentos que están regulados; para eso se necesita poner en el mercado una cantidad de dinero de tal manera que el precio no suba. Al introducirse ese dinero en el mercado se crea una distorsión en la economía: los precios empiezan a alejarse de los que regirían si estuvieran a la par de los precios internacionales, y eso es fatal.
C. Pero la otra salida es que suban los precios.
GF. El problema es que los precios de los otros productos suben.
C. ¿Quiere decir que todo sube menos esos ocho alimentos?
GF. Exactamente. Entonces, ¿quiénes se perjudican? Los agricultores. El costo lo paga el Gobierno; pero el Gobierno no tiene dinero propio, es solamente un administrador del dinero de los ciudadanos.
C. En resumen, ¿el Gobierno hace una buena colocación del gasto en la agricultura?
GF. Bueno, y con esto termino lo anterior: la tercera forma de emplear el dinero en la agricultura es invertir en los factores que crean el ambiente favorable para el sector: infraestructura caminera, riego, investigación, innovación, apertura de mercados, facilitación de trámites para la comercialización, etc. Yo he advertido esto escasamente en el Gobierno: se ha invertido en infraestructura caminera pero, principalmente, en las vías principales. Y lo que necesitamos es vías en donde hay producción agrícola.
En la gran colocación del gasto, yo estoy muy crítico respecto a lo que ha hecho el Gobierno en estos diez años.
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