En un evento al que asistieron productores, profesionales en agronomía y expertos en biotecnología plantearon la necesidad de que se podría enfrentar el cambio climático mediante la aplicación de la biotecnología como una herramienta en la actividad agrícola. Marco Villarroel, Presidente del Colegio de Ingenieros Agrónomos de Bolivia, al momento de hacer un análisis de la crisis que enfrenta el sector del agro señaló que “la tecnología que usaba Bolivia hace años era suficiente para asegurar la producción de nuestros cultivos, sin embargo ahora, con los efectos del cambio climático, la baja de precios y la desinformación sobre los OGM, la producción agrícola quedó atrasada en relación a la de países vecinos y por ello es importante darse a la tarea de capacitar en este tema mediante profesionales probos en la materia.
La biotecnología aplicada a la actividad agrícola es una herramienta que está siendo utilizada por 28 países del mundo para mitigar el impacto del cambio climático en la producción alimenticia, por ejemplo, para enfrentar con éxito el stress hídrico y el ataque de plagas. En Bolivia hace falta impulsar la innovación del conocimiento científico y una clara legislación que regule el adecuado uso de la agrobiotecnología para producir más y mejores alimentos, coincidieron en sus declaraciones el científico guatemalteco de renombre internacional, Wayne Parrott, Doctor en Fitomejoramiento y Genética Vegetal por la Universidad de Wisconsin y Profesor del Departamento de Ciencias de Cultivos y Suelos de la Universidad de Georgia (EEUU).
Cecilia González, Ingeniera Biotecnóloga Ambiental (México), con Especialidad en Manejo de Biodiversidad (Alemania); y Maestría en Biología y Sociedad (EEUU) en su intervención expuso sobre las oportunidades de la biotecnología como un pilar para una producción agrícola más eficiente. sobre esta problemática durante el Foro “BIOTECNOLOGÍA PARA BOLIVIA: CAMBIO CLIMÁTICO Y DESARROLLOS BIOTECNOLÓGICOS PARA ENFRENTARLO”, coorganizado por APIA e IBCE, con el respaldo de la CEPB, Croplife Latin America, CIAT y ANAPO, con el auspicio del Banco FASSIL S.A., Boliviana de Aviación (BOA) y el Ingenio Azucarero Guabirá S.A.
El foro contó con la participación de cerca de 200 personas, representantes del sector público, académico, investigativo y de distintos sectores de la sociedad civil. Ronald Nostas Ardaya, Presidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia CEPB, explicó que con biotecnología se enfrentaría el cambio climático, en pos de garantizar la seguridad con soberanía alimentaria, una producción más eficiente con cuidado del medio ambiente y la salud.
El Presidente de APIA, Juan Mario Rojo, dijo que el sector agroproductivo del país tiene el desafío de producir más, con una adecuada tecnología en pos de una agricultura económicamente viable ambientalmente sostenible y socialmente responsable para forjar la Bolivia digna, productiva, exportadora y soberana que se pretende alcanzar con la Agenda Patriótica 2025.
La modificación genética es permanente
Está demostrado que muchos organismos genéticamente modificados se originan de forma natural, tal el caso del camote, que sin intervención humana incorporó parte del genoma de una bacteria del suelo -la Agrobacterium tumefasciens- volviéndose suculenta. En su exposición, el Dr. Parrott explicó cómo se generaron las primeras modificaciones en los alimentos incluyendo las mutaciones naturales para luego pasar a mutaciones generadas por radiación hasta llegar al uso de la ingeniería genética (OGM) y en la actualidad la edición directa de genomas.
En esa línea, argumentó que la investigación en biogenética perfeccionó la producción de OGM proporcionando mayor seguridad a los cultivos. En los años 50 se realizaba la mutagénesis, pese a su eficiencia como técnica biotecnológica requería de mayor precisión para obtener mejores resultados. En la actualidad, gracias a la herramienta de la transgénesis esta incertidumbre ha sido superada, ya que por aislamiento se logra trasladar un solo gen, sin margen de error. Este hecho, ha proporcionado confianza a 18 millones de productores de 28 países que en 20 años han cultivado 2.000 mil millones de hectáreas de cultivos con OGM, explicó Parrott.
En las conclusiones del foro se destaca que se evidenció, que en países que se prohibió los cultivos genéticamente modificados, la siembra se produjo inevitablemente de manera clandestina, se identificaron contradicciones entre la Ley de la Madre Tierra y la Ley de Desarrollo Productivo respecto a los cultivos genéticamente modificados, se evidenció que en muchos escenarios no existe la voluntad política -incluso a nivel mundial- para liberar eventos tecnológicos que mejoren la nutrición y la producción.
Se manifestó que los tomadores de decisión deben contar con información científica, verídica y diversa -no unilateral- para el tratamiento de tan importante tema
Se destacó que durante los 20 años que los alimentos genéticamente modificados están consumiéndose en el mundo, no ha habido un solo caso de daño a la salud
Es necesario evaluar el “alto costo” que puede implicar para un país él no incursionar con esta tecnología hacia una “agricultura de precisión” frente a los beneficios potenciales que pueden derivar de la utilización de la misma
Se explicó, como una debilidad, que en los Ministerios muchas veces se concentra la responsabilidad en una sola persona y es por ello que no se toma decisiones idóneas.
Se argumentó sobre los beneficios que pueden generar para los pequeños productores la disminución de la aplicación de plaguicidas en los cultivos de hortalizas en los Yungas
Se enfatizó que el INIAF y las universidades del país deberían ser los responsables de generar investigación sobre la materia y proponer soluciones especialmente para las necesidades de los pequeños productores.
Se lamentó la falta de una mayor presencia de representantes gubernamentales en el Foro, siendo que en el mismo se habló reiteradamente de la falta de laboratorios y la necesidad de avanzar en materia regulatoria, solicitándose un mayor involucramiento.
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