Actualmente se utiliza cada vez más el término de recursos genéticos en lugar de germoplasma, por juzgársele más amplio y apropiado. El interés en la preservación, documentación y utilización intensiva de los recursos genéticos es relativamente reciente. Como uno de tantos recursos naturales, el germoplasma de plantas cultivadas que se pierde no se recupera más. Su concentración en países de agricultura incipiente crea problemas especiales de conservación e intercambio, aunque los sistemas agrícolas prevalentes en esas regiones tienden a preservarlo como material de siembra.
El ámbito de los recursos genéticos de las plantas cultivadas varía considerablemente según la especie. La primera categoría consiste en los cultivares primitivos, o sea aquellos que son el resultado de una selección incipiente hecha por los agricultores. No existen inventarios completos, aun en especies de alto valor económico, que permitan estimar su número; en algunas especies pueden ser docenas, en otras centenares. La mayoría tienen una distribución geográfica restringida, y muchos se cultivan sólo para el consumo familiar. Fuera de su centro de origen dan altos rendimientos, como lo prueban algunos ensayos. Su valor potencial es el conjunto de genes resistentes a condiciones ambientales muy variadas, a enfermedades y plagas, y a menudo su alto valor nutritivo. Están muy expuestos a la erosión genética, por tratarse de poblaciones pequeñas, que son fáciles de reemplazar por otros cultivares, y por ser utilizados por los grupos sociales más pobres reciben escasa atención.
La segunda categoría, los cultivares avanzados, está limitada en América tropical a unas pocas especies; son el resultado de trabajos de mejora genética destinados a producir cultivares de alto rendimiento, resistentes a enfermedades y plagas o adaptados a condiciones ambientales específicas. Algunos cultivos originarios de los trópicos americanos han sido sometidos a mejora genética en áreas de agricultura avanzada: América del Norte, Europa y Japón. Los cultivares a los cuales dieron origen, sin embargo no se adaptaron a las condiciones dominantes en América tropical.
La tercera categoría está constituida por las poblaciones silvestres de la especie cultivada, que subsisten en el área en que se domesticó la especie. Crecen espontáneamente, y a veces la acción de la selección disruptiva no permite que entre las poblaciones silvestres y las cultivadas pueda haber intercambio de genes. Un grupo aparte lo constituyen las malezas, cuya definición es difícil. En los sistemas de agricultura primitivos no hay límites claros entre cultivares, malezas y poblaciones silvestres, ya que en ciertos casos las dos últimas también se utilizan.
Fuera del ámbito de la especie, los parientes cultivados o silvestres, con los cuales es posible el intercambio de genes, constituyen una cuarta categoría, que puede desempeñar un papel importante en la mejora genética. Con frecuencia los parientes de una especie cultivada se utilizan en prácticas como el injerto, que requieren afinidad fisiológica. En ciertos casos —cítricos y orquídeas ornamentales— los recursos genéticos se extienden a otros géneros en la formación de híbridos multigenéricos.
El ámbito de los recursos genéticos de las plantas cultivadas varía considerablemente según la especie. La primera categoría consiste en los cultivares primitivos, o sea aquellos que son el resultado de una selección incipiente hecha por los agricultores. No existen inventarios completos, aun en especies de alto valor económico, que permitan estimar su número; en algunas especies pueden ser docenas, en otras centenares. La mayoría tienen una distribución geográfica restringida, y muchos se cultivan sólo para el consumo familiar. Fuera de su centro de origen dan altos rendimientos, como lo prueban algunos ensayos. Su valor potencial es el conjunto de genes resistentes a condiciones ambientales muy variadas, a enfermedades y plagas, y a menudo su alto valor nutritivo. Están muy expuestos a la erosión genética, por tratarse de poblaciones pequeñas, que son fáciles de reemplazar por otros cultivares, y por ser utilizados por los grupos sociales más pobres reciben escasa atención.
La segunda categoría, los cultivares avanzados, está limitada en América tropical a unas pocas especies; son el resultado de trabajos de mejora genética destinados a producir cultivares de alto rendimiento, resistentes a enfermedades y plagas o adaptados a condiciones ambientales específicas. Algunos cultivos originarios de los trópicos americanos han sido sometidos a mejora genética en áreas de agricultura avanzada: América del Norte, Europa y Japón. Los cultivares a los cuales dieron origen, sin embargo no se adaptaron a las condiciones dominantes en América tropical.
La tercera categoría está constituida por las poblaciones silvestres de la especie cultivada, que subsisten en el área en que se domesticó la especie. Crecen espontáneamente, y a veces la acción de la selección disruptiva no permite que entre las poblaciones silvestres y las cultivadas pueda haber intercambio de genes. Un grupo aparte lo constituyen las malezas, cuya definición es difícil. En los sistemas de agricultura primitivos no hay límites claros entre cultivares, malezas y poblaciones silvestres, ya que en ciertos casos las dos últimas también se utilizan.
Fuera del ámbito de la especie, los parientes cultivados o silvestres, con los cuales es posible el intercambio de genes, constituyen una cuarta categoría, que puede desempeñar un papel importante en la mejora genética. Con frecuencia los parientes de una especie cultivada se utilizan en prácticas como el injerto, que requieren afinidad fisiológica. En ciertos casos —cítricos y orquídeas ornamentales— los recursos genéticos se extienden a otros géneros en la formación de híbridos multigenéricos.
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