Cuando era niño, lo único que quería era tener un camión y ese deseo le impulsó a salir de su tierra (Oruro) para buscar un mejor porvenir en el oriente. Hoy, don Tito Choque no sólo cambia de vehículo cada año, sino que es propietario de 400 hectáreas de tierras en Santa Cruz, en las que produce granos y caña.
Este pequeño agricultor afirma que una verdadera revolución agraria se logrará con apoyo a todos los productores.
¿Desde hace cuánto tiempo vive usted en Santa Cruz?
Desde hace 45 años. Llegué a Santa Cruz el 14 de abril de 1964, de ese día no me olvido. Me fui solo, sin hermanos, sin nadie. Soy de una familia pobre, nací en Oruro, en la provincia Abaroa, en un lugar donde peleaban los Jucumanis, Laimes y Qaqachacas. Somos una familia de tres hermanos y un papá.
¿En qué momento se animó a ir a Santa Cruz?
Yo trabajaba cuando era pequeño. Sembraba un surco de papa y de eso cosechaba una carga. Yo veía los camiones que iban al pueblo y quería tener uno. Me preguntaba cuándo podría tener esas cosas. Entonces pensé: “Aquí nunca voy a poder hacer nada, me voy”.
A los 11 años me separé de mi familia. Mi hermano y yo nos fuimos a Cochabamba. Allí estudié y trabajé. Yo escuchaba a la gente que decía que en Santa Cruz hay tierra. Entonces, me animé a ir con dos amigos. Los tres llegamos a Chané el 14 de abril y cosechamos arroz.
¿Cuántos años tuvieron que pasar para que usted pueda comprarse un terreno?
Pasaron dos años. Con la cosecha se gana un peso por arroba. Con un mes de cosecha, se hace platita. Entonces compré 20 hectáreas y empecé trabajando media hectárea. El quinto año, ya trabajaba cinco hectáreas. Conseguí ayudantes más jóvenes y trabajábamos entre cinco.
¿Qué sembró entonces?
Sólo maíz y arroz. Entonces no había soya. Estamos hablando del 66. En el 67 llegó la inundación, mi casa también se fue, pero igual retornamos al trabajo.
Y el 67, ya tenía 10 hectáreas (trabajadas), ya sacaba camionadas de arroz, tenía plata, quería comprar mi camión. Al año siguiente me casé y mi esposa y yo empezamos a trabajar juntos.
Luego ya trabajaba para mí mismo. En el 70 planté caña, pero no tenía cupo y había un decreto que establecía que sólo los que tenían cupo podían ser cañeros. Luego, ese decreto dejó de existir y me volví cañero.
El problema es que no había mercado, no había a quién vender. El 75 finalmente me compré mi camión y empecé a transportar la caña. Entonces pensábamos que no podíamos entregar la caña, y un tal Roberto Barbery dijo: “Si no hay, ¿por qué no hacemos nuestro propio ingenio?”.
Los que no teníamos cupo estuvimos de acuerdo y formamos Unagro. Ahora sigo siendo director de la corporación.
¿A qué rubro se está dedicando actualmente?
Al arroz, al maíz, a la caña, a la soya, al fréjol y al trigo. Vamos intercalando, ya tengo 400 hectáreas en diferentes lugares.
¿Está teniendo problemas con lo de la seguridad jurídica en la tenencia de tierras?
¡Uf!, eso para qué hablar. No sé qué pasará. Eso es grave. Esas 20 hectáreas, 50 hectáreas, ni para dar vuelta sirven ya, es muy pequeño. Un pequeño agricultor tiene que tener como mínimo unas 500 hectáreas, si quiere ser un productor de calidad. Con pocas hectáreas no va a tener maquinaria ni transporte ni nada, porque eso (una área reducida) no paga las deudas. Los campesinos tienen que tener por lo menos 500 hectáreas.
El Gobierno cuestiona a los productores que tienen grandes extensiones de tierras...
Sí, nos dice que somos latifundistas, oligarcas.
¿Se considera usted un latifundista?
No, no me afecta. Yo voy a tener 5.000 hectáreas, mi pensamiento es empatar a los grandes empresarios. Tengo cabeza, manos, ojos, boca, la edad tal vez está avanzando, pero si hay posibilidad lo voy a hacer. Ahorita estoy bien. Cada año cambio mis movilidades, ofrezco servicio de cosecha, tengo seis hijos, ya son grandes, todos han estudiado.
Cuando tenga tantas hectáreas, ¿no le preocupa que el Ejecutivo le llame latifundista?
No, pero le vamos a responder con la producción. Si quiere avasallar, vamos a tomar medidas. Pero primero que aprenda a trabajar y después que opine.
Hay productores que esperan la ayuda del Gobierno...
Sería una gran cosa si apoyara, pero no lo hace. El Gobierno apoya solamente a su partido.
Yo pertenezco a un sindicato y la mayoría son masistas. Yo les reto y les digo: “¿Por qué el Presidente no les compra una cosechadora? son masistas ustedes”. Si yo fuera masista, haría eso, pero a mí no me gustan esas cosas.
¿Le interesa la política?
No me interesa, porque siendo masista o no masista, cambia el Gobierno y yo igual voy a estar trabajando y ganando.
Ahora, el Gobierno tiene que liberar de aranceles a los insumos agroquímicos, eso es lo que encarece. Por ejemplo, el año pasado costaba $us 3,30 el litro, hoy cuesta $us 13.
Como migrante, ¿ha encontrado puertas cerradas en Santa Cruz?
No, Santa Cruz no es egoísta, no es regionalista. Cuando llegué, los cambas me fiaban comida cuando trabajaba en la peladora.
Nos prestaban bolsas para recibir el arroz pelado. Pero hoy nadie fía nada porque nosotros collas les hemos enseñado mal, no pagan, se van sin pagar.
Pero la gente no es mala, para mí no, tal vez para otra gente. Ni (Carlos) Dabdoub que consideran que es un regionalista. Él es un médico buena gente.
La gente que, como usted, quiere migrar, ¿podrá surgir lejos de sus tierras?
Pueden, pero el Gobierno tiene que contratar técnicos de Israel. Yo he ido a visitar EEUU, Israel, Alemania, Francia, Suecia, Venezuela, Ecuador, Colombia, Argentina, Perú, Brasil, para aprender sobre el cultivo.
No voté pero apoyé al MAS, dije: “Éste es el hombre del cambio, para eliminar la pobreza”. Pero lo contrario, ahora va a haber más pobreza de lo que había.
¿Qué le está faltando a la gente del altiplano para surgir?
Creatividad y experiencia. Tienen que salir a Argentina, a Perú, a Chile, para aprender. El Gobierno tiene que preparar a los agricultores, no a los dirigentes, porque los dirigentes no saben trabajar. Yo conozco a Isaac Ávalos, que ni sabe cultivar.
Una vez que un agricultor del altiplano empiece a superarse, cada uno va a empezar. Eso pasó aquí en Santa Cruz.
He ido a La Paz, hay unas pampas hermosas donde pueden criar ganado, pueden cultivar productos agrícolas. En el altiplano no hay plaga, no hay enfermedad, no hay maleza.
La revolución agraria de la que habla el Gobierno, ¿puede ser una realidad?
No, es falso. Él no está para revolución agraria. Una revolución agraria la tendría que hacer un presidente que sea un verdadero agricultor, porque sabe.
En cambio, un dirigente campesino no. Para hacer revolución, tiene que ser un agricultor que apoye al pequeño, al mediano y al grande. Porque si apoya sólo al pequeño, no va a resultar.
Tiene que apoyar a todos porque los pequeños y los medianos aprenden de los grandes y los grandes de los pequeños.
“ Una revolución agraria la tendría que hacer un Presidente que sea un verdadero agricultor, porque sabe. ”
Este pequeño agricultor afirma que una verdadera revolución agraria se logrará con apoyo a todos los productores.
¿Desde hace cuánto tiempo vive usted en Santa Cruz?
Desde hace 45 años. Llegué a Santa Cruz el 14 de abril de 1964, de ese día no me olvido. Me fui solo, sin hermanos, sin nadie. Soy de una familia pobre, nací en Oruro, en la provincia Abaroa, en un lugar donde peleaban los Jucumanis, Laimes y Qaqachacas. Somos una familia de tres hermanos y un papá.
¿En qué momento se animó a ir a Santa Cruz?
Yo trabajaba cuando era pequeño. Sembraba un surco de papa y de eso cosechaba una carga. Yo veía los camiones que iban al pueblo y quería tener uno. Me preguntaba cuándo podría tener esas cosas. Entonces pensé: “Aquí nunca voy a poder hacer nada, me voy”.
A los 11 años me separé de mi familia. Mi hermano y yo nos fuimos a Cochabamba. Allí estudié y trabajé. Yo escuchaba a la gente que decía que en Santa Cruz hay tierra. Entonces, me animé a ir con dos amigos. Los tres llegamos a Chané el 14 de abril y cosechamos arroz.
¿Cuántos años tuvieron que pasar para que usted pueda comprarse un terreno?
Pasaron dos años. Con la cosecha se gana un peso por arroba. Con un mes de cosecha, se hace platita. Entonces compré 20 hectáreas y empecé trabajando media hectárea. El quinto año, ya trabajaba cinco hectáreas. Conseguí ayudantes más jóvenes y trabajábamos entre cinco.
¿Qué sembró entonces?
Sólo maíz y arroz. Entonces no había soya. Estamos hablando del 66. En el 67 llegó la inundación, mi casa también se fue, pero igual retornamos al trabajo.
Y el 67, ya tenía 10 hectáreas (trabajadas), ya sacaba camionadas de arroz, tenía plata, quería comprar mi camión. Al año siguiente me casé y mi esposa y yo empezamos a trabajar juntos.
Luego ya trabajaba para mí mismo. En el 70 planté caña, pero no tenía cupo y había un decreto que establecía que sólo los que tenían cupo podían ser cañeros. Luego, ese decreto dejó de existir y me volví cañero.
El problema es que no había mercado, no había a quién vender. El 75 finalmente me compré mi camión y empecé a transportar la caña. Entonces pensábamos que no podíamos entregar la caña, y un tal Roberto Barbery dijo: “Si no hay, ¿por qué no hacemos nuestro propio ingenio?”.
Los que no teníamos cupo estuvimos de acuerdo y formamos Unagro. Ahora sigo siendo director de la corporación.
¿A qué rubro se está dedicando actualmente?
Al arroz, al maíz, a la caña, a la soya, al fréjol y al trigo. Vamos intercalando, ya tengo 400 hectáreas en diferentes lugares.
¿Está teniendo problemas con lo de la seguridad jurídica en la tenencia de tierras?
¡Uf!, eso para qué hablar. No sé qué pasará. Eso es grave. Esas 20 hectáreas, 50 hectáreas, ni para dar vuelta sirven ya, es muy pequeño. Un pequeño agricultor tiene que tener como mínimo unas 500 hectáreas, si quiere ser un productor de calidad. Con pocas hectáreas no va a tener maquinaria ni transporte ni nada, porque eso (una área reducida) no paga las deudas. Los campesinos tienen que tener por lo menos 500 hectáreas.
El Gobierno cuestiona a los productores que tienen grandes extensiones de tierras...
Sí, nos dice que somos latifundistas, oligarcas.
¿Se considera usted un latifundista?
No, no me afecta. Yo voy a tener 5.000 hectáreas, mi pensamiento es empatar a los grandes empresarios. Tengo cabeza, manos, ojos, boca, la edad tal vez está avanzando, pero si hay posibilidad lo voy a hacer. Ahorita estoy bien. Cada año cambio mis movilidades, ofrezco servicio de cosecha, tengo seis hijos, ya son grandes, todos han estudiado.
Cuando tenga tantas hectáreas, ¿no le preocupa que el Ejecutivo le llame latifundista?
No, pero le vamos a responder con la producción. Si quiere avasallar, vamos a tomar medidas. Pero primero que aprenda a trabajar y después que opine.
Hay productores que esperan la ayuda del Gobierno...
Sería una gran cosa si apoyara, pero no lo hace. El Gobierno apoya solamente a su partido.
Yo pertenezco a un sindicato y la mayoría son masistas. Yo les reto y les digo: “¿Por qué el Presidente no les compra una cosechadora? son masistas ustedes”. Si yo fuera masista, haría eso, pero a mí no me gustan esas cosas.
¿Le interesa la política?
No me interesa, porque siendo masista o no masista, cambia el Gobierno y yo igual voy a estar trabajando y ganando.
Ahora, el Gobierno tiene que liberar de aranceles a los insumos agroquímicos, eso es lo que encarece. Por ejemplo, el año pasado costaba $us 3,30 el litro, hoy cuesta $us 13.
Como migrante, ¿ha encontrado puertas cerradas en Santa Cruz?
No, Santa Cruz no es egoísta, no es regionalista. Cuando llegué, los cambas me fiaban comida cuando trabajaba en la peladora.
Nos prestaban bolsas para recibir el arroz pelado. Pero hoy nadie fía nada porque nosotros collas les hemos enseñado mal, no pagan, se van sin pagar.
Pero la gente no es mala, para mí no, tal vez para otra gente. Ni (Carlos) Dabdoub que consideran que es un regionalista. Él es un médico buena gente.
La gente que, como usted, quiere migrar, ¿podrá surgir lejos de sus tierras?
Pueden, pero el Gobierno tiene que contratar técnicos de Israel. Yo he ido a visitar EEUU, Israel, Alemania, Francia, Suecia, Venezuela, Ecuador, Colombia, Argentina, Perú, Brasil, para aprender sobre el cultivo.
No voté pero apoyé al MAS, dije: “Éste es el hombre del cambio, para eliminar la pobreza”. Pero lo contrario, ahora va a haber más pobreza de lo que había.
¿Qué le está faltando a la gente del altiplano para surgir?
Creatividad y experiencia. Tienen que salir a Argentina, a Perú, a Chile, para aprender. El Gobierno tiene que preparar a los agricultores, no a los dirigentes, porque los dirigentes no saben trabajar. Yo conozco a Isaac Ávalos, que ni sabe cultivar.
Una vez que un agricultor del altiplano empiece a superarse, cada uno va a empezar. Eso pasó aquí en Santa Cruz.
He ido a La Paz, hay unas pampas hermosas donde pueden criar ganado, pueden cultivar productos agrícolas. En el altiplano no hay plaga, no hay enfermedad, no hay maleza.
La revolución agraria de la que habla el Gobierno, ¿puede ser una realidad?
No, es falso. Él no está para revolución agraria. Una revolución agraria la tendría que hacer un presidente que sea un verdadero agricultor, porque sabe.
En cambio, un dirigente campesino no. Para hacer revolución, tiene que ser un agricultor que apoye al pequeño, al mediano y al grande. Porque si apoya sólo al pequeño, no va a resultar.
Tiene que apoyar a todos porque los pequeños y los medianos aprenden de los grandes y los grandes de los pequeños.
“ Una revolución agraria la tendría que hacer un Presidente que sea un verdadero agricultor, porque sabe. ”
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