Al recordar una vez más la promulgación de la Reforma Agraria un 2 agosto de 1953 en la localidad de Ucureña en Cochabamba, que se la impulsó con el fin de darle al habitante del campo los derechos que se les había negado en toda la vida republicana desde 1825, fecha de la fundación de Bolivia como República libre y soberana es de destacar este significativo avance que hizo que las mayorías nacionales sean los protagonistas de los cambios estructurales que enterraron a un sistema de explotación heredado desde su fundación.
Una de las premisas de la reforma agraria fue la dotación de tierras a quienes no la tenían y que estaba conformada por la mayoría de los pobladores del campo que estaban marginados del derecho al voto, educación y de su participación en la sociedad, a pesar de que ellos trabajaban sin remuneración, puesto que esa época existía el sistema de pongeaje y de servidumbre, en propiedades rurales donde se concentraba el poder económico y político.
Aunque la intención loable de dotar de tierras al campesino fue trascendental en la historia de los bolivianos, en los sucesivos años de la época republicana no consolidó a corto plazo el desarrollo social económico de los habitantes del campo, por cuanto no se pudo materializar este cambio, por cuanto el campesino no pudo acceder a educación, semillas, infraestructura básica, maquinaria, mercados, abonos, fertilizantes, etc., lo cual incidió en el atraso y pobreza generalizada, abandono de la tierra y migración de los centros urbanos.
Sin embargo, pese a la adversidad, es de destacar que en muchas regiones de Bolivia se consolidó este trascendental cambio en beneficio de los habitantes del campo, como es el desarrollo de la producción de alimentos, especialmente en el oriente boliviano y en todo el occidente, por cuanto se contribuye a la seguridad y soberanía alimentaria.
Pero el esfuerzo de los productores, a pesar del significativo aporte que realizan a la sociedad boliviana, todavía no encontraron respuesta a sus aspiraciones y por ello han optado por migrar a las principales ciudades y dejando abandonadas sus tierras que les otorgaron bajo la premisa de la reforma agraria.
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