martes, 6 de diciembre de 2016

Francisco Aragão: El cambio climático hace inevitable un mayor uso de transgénicos en el agro



Francisco Aragão visitó La Paz para ser parte del foro “Alimentos triple B con biotecnología: buenos, baratos y ¡bolivianos!”—organizado por el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE)—, en el que compartió información de primera mano sobre la experiencia de Brasil en la producción de alimentos genéticamente modificados.

— ¿Los transgénicos son buenos para el consumo humano?

— Son buenos, si es que pasaron por el sistema regulatorio y fueron aprobados para la siembra comercial. Son buenos en general, porque ayudan a los agricultores a incrementar su producción y con una mejor calidad. En Brasil, comenzamos a cultivar (este tipo de granos) al final de los 90 y a partir de 2004 empezamos a sembrar un área cada vez más grande de maíz, algodón y soya (genéticamente modificados), ya tenemos aprobado (la liberación al mercado de) frijol y eucalipto para 2017 y esperamos lo propio para la caña de azúcar en la próxima gestión.

— ¿Cuáles son los principales beneficios de este tipo de productos para el agro brasileño?

— En el caso del maíz teníamos problemas con gusanos y control de malezas y esto (lo transgénico) ayudó muchísimo a incrementar la productividad y a disminuir la aplicación de insecticidas. Hace siete años, Brasil tenía problemas para alimentar a los pollos con maíz, hoy no; el país importaba el grano, ahora exporta (...). Cuando se produce más, hay estabilidad en los precios; cuando hay mayor demanda (de alimentos), no removemos bosques, producimos más en la misma área.

— ¿Y existen transgénicos que son perjudiciales?

— No, es una decisión del mercado (adquirirlos o no), no tiene nada que ver con la seguridad. Brasil, por ejemplo, aprobó la liberación no comercial al medio ambiente de mosquitos machos que no van a reproducirse al aparearse con las hembras. Esto permitió una disminución del 90% del Aedes aegypti (que transmite la malaria) en todos los lugares donde fue liberado experimentalmente.

— ¿Se abusa de los transgénicos por el tema económico?

— Obviamente las empresas tienen la intención de ganar dinero y de que las aplicaciones que hacen en la tecnología tengan un retorno. No hay abuso, la decisión (de comprarlos) es del mercado. Si tomamos el caso de la soya transgénica aprobada en Sudamérica, en Brasil y Argentina la Justicia bloqueó su uso comercial por cinco años y los productores del sur brasileño salieron y fueron a comprar semilla en Argentina para sembrar ilegalmente en Brasil, porque en el sur de ese país es muy difícil el control de la maleza. Al final, (el grano) fue liberado en 2004 y desde ese año hay decenas de tecnologías aprobadas con maíz.

— ¿Cuánto demora el desarrollo de uno de estos productos?

— El promedio de un producto para la soya es de 13 años. Son tecnologías que empiezan con el descubrimiento de los genes y luego siguen con la introducción de genes en plantas modelo, estudio de plantas modelo y, si todo sale bien, pasa a las plantas de interés agrícola. Después son estudiadas para determinar la seguridad de (su uso en) la salud humana, animal y del medio ambiente.

— ¿Cuál es la situación de los transgénicos en la región?

— En Sudamérica hay más (cultivos de este tipo), especialmente en Brasil, que cuenta con 44 millones de hectáreas de transgénicos, Argentina tiene más o menos 30 millones de hectáreas de maíz y soya y en Bolivia hay 1,3 millones de hectáreas de soya que tolera el glifosato (un herbicida).

— ¿Qué les recomienda a los bolivianos?

— Primero, que tengan una ley adecuada; segundo, una evaluación de bioseguridad hecha por científicos (...). Una cosa es preguntar si es seguro, otra cosa es preguntar si es adecuado, no debemos mezclar las dos cosas.

— ¿Cuál es la importancia de estas tecnologías en el actual contexto de cambio climático?

— Vamos a pasar por más cambios y no hay cómo frenar eso. Hay que preparar las plantas para seguir produciendo comida. Tenemos incremento de la población y todavía tenemos hambre (en el mundo). Entonces, el desafío es producir más con menos agua, por lo que debemos utilizar todas las tecnologías disponibles que sean seguras: es parte de la solución, no podemos dejar de emplear (la semilla genéticamente modificada). Hay que utilizarla, porque los programas de mejoramiento tienen limitaciones como los genes.

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