martes, 17 de octubre de 2017

“Heladas, granizadas, sequías, vientos fuertes y pájaros afectan a más del 50% de la producción”



Las cooperaciones alemana y sueca, con la contraparte del Gobierno boliviano, lograron incrementar la resiliencia de sistemas productivos de pequeños productores de Chuquisaca y de otros departamentos del país con la implementación del “GIZ Programa de Desarrollo Agropecuario Sustentable (junio 2014-noviembre 2017)”.

“Si los productores hacen una mejor gestión de sus recursos naturales —estamos hablando de agua y de bosque—, incrementan sus ingresos y tienen mayores capacidades de adaptación, conocen sus vulnerabilidades y toman medidas para protegerse, estaríamos aumentando la resiliencia”, indica Jorge Ramírez Mattos, es asesor principal del Proceso de Poscosecha, Transformación y Comercialización en PROAGRO GIZ y responsable de la oficina de la Cooperación Alemana GIZ (ex GTZ) en Chuquisaca y Potosí.

En la primera parte de esta entrevista, publicada el martes pasado, Ramírez comentaba a CAPITALES que, dentro de este programa financiado por Suecia y Alemania, se validaron al menos 20 tecnologías e innovaciones en los diferentes eslabones de la cadena: cuencas, riego, producción, comercialización, como parte del mejoramiento gradual de los sistemas de pequeños productores de Chuquisaca y de otros departamentos del país.

Muy buenos indicadores

“Los indicadores son muy buenos: hemos duplicado lo que se esperaba, hemos mejorado en eficiencia, en ingresos, en rendimientos y en las capacidades también de los productores, que ahora tienen más conocimientos. Y ahí entendemos que hay una mayor resiliencia”, explica a CAPITALES este administrador de empresas e ingeniero comercial sucrense.

Solo en el segundo de los seis componentes del mencionado programa (uso eficiente del agua), se obtuvo un 50% de incremento de eficiencia del riego. “Nos han puesto el reto de mejorar los sistemas por lo menos hasta 48% de eficiencia; en el tema de producción, incrementar los rendimientos hasta un 15%; en ingresos, hasta un 15%... hemos obtenido indicadores muy buenos, en algunos casos duplicando y más lo que se esperaba”, puntualiza.

Cita algunos ejemplos. En rendimiento, el objetivo era incrementar al menos 10%. “Hemos hecho líneas base y hemos sacado el 7.7% como promedio de rendimiento en parcelas de frutas. Ahora, los resultados de nuestras mediciones nos llevan al 34% de incremento de rendimiento promedio en frutas”.

En cuanto a hortalizas, cuenta que tenían una línea base de 13.5% y llegaron a 36.2% en promedio. Incluso, “Si habláramos de productores líderes, que han agarrado todos los paquetes, es mucho más”.

Con relación a ingresos, habían medido un promedio del 23% y llegaron al 64%.

La incidencia de las tecnologías

“Cada tecnología demuestra cada incremento. Si al aplicarse las tecnologías no se tiene más pérdidas de, por ejemplo, 50% debido al cambio climático, es porque dieron buen resultado”, explica Ramírez, como una de las formas de medición de sus indicadores.

Sin embargo, agrega él, “realmente tú vas a ver que efectivamente hay un éxito cuando los productores incrementen sus recursos. Ese es el indicador más grande que tenemos y ahí estamos poniendo mucho énfasis. No solamente hemos visto que se mejore la eficiencia de los recursos naturales, el manejo, la mecanización, sino que al final del día eso tiene que acabar con más plata en el bolsillo de los productores”.

Por eso, la GIZ —dice Ramírez— vio que cuando los productores registran mayores ingresos, sus capacidades empiezan a mejorar: se compran más maquinaria, tienen acceso a más tecnología y más conocimiento y, además, se animan a reinvertir.

Pérdidas por cambio climático

“Con relación al cambio climático: las heladas, granizadas, sequías, vientos fuertes y pájaros afectan, en la mayoría de los casos, más del 50% de la producción. En realidad (sumados otros factores), estamos hablando de aproximadamente más del 70% de pérdida que tienen los productores en cualquiera de sus rubros”, agrega, con preocupación, el representante de la GIZ.

Comenta a CAPITALES que los productores generalmente tienen dos preocupaciones principales: Para contrarrestar los efectos del cambio climático, “¿cómo sé cuándo se van a presentar heladas?” y “¿qué hago cuando cae una helada?”.

Dice que se presentaban casos comunes como, por ejemplo: “Si tengo una cuarta hectárea de durazno y sé que pasado mañana me va a bajar la temperatura hasta -4 grados centígrados y mi fruto está creciendo, ¿cómo salvo mi cuarta hectárea de árboles de durazno? O bien, sé que me llegará una granizada pero no cuándo; entonces, ¿si llega en floración o cuando está creciendo mi fruto y lo pierdo todo…?”.

Ramírez cuenta que “ahí se ha trabajado con estaciones meteorológicas, para la previsión de heladas”. Luego: “En el tema de heladas y granizadas, para los frutales, todavía no había tecnologías en el campo. Como innovación se implementaron mallas antigranizo adaptadas de lo que se hace con la uva. Se trata de infraestructuras que están por encima de los 3,5 metros, sobre plantas que llegan a medir más de 3 metros. El resultado es prácticamente un invernadero. Ahora, los productores saben que sirve para todo tipo de fruta”.

Admite que se trata de una innovación costosa (estimada en 6.000 dólares por cuarta hectárea), “pero —aclara— si haces el cálculo de pérdida (por causa de las granizadas), al segundo año estarías pagando la inversión y esta infraestructura dura por lo menos 10 años”. Dice que usando aluminio en vez de palos de madera, aunque se eleva el costo, es mayor también su vida útil.

Estas mallas plásticas se aplican con éxito en Camargo y San Lucas, para el durazno, y en Aiquile para la chirimoya. Desde la GIZ anuncian que próximamente llegarán con el mismo sistema a Villa Serrano y al sur de Potosí. Aunque, añade el especialista, “como ya se conoce la tecnología, la gente lo está implementando con su plata”.

El mayor aprendizaje

Señala como el mayor aprendizaje de este programa que “la tecnología y los conocimientos mejoran las capacidades de los productores, esto hace que esto signifique en muchos casos una mejora de los ingresos”. Habla no solamente de capacidades relacionadas con la producción, sino también con el cambio climático.

Hacia el final del programa, la GIZ no solo trabajó articuladamente con el Gobierno sino también con otros actores como las universidades. En ese orden, coordinaron con la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad San Francisco Xavier, apoyando en concreto al Instituto de Desarrollo Rural Integral (IDRI).

Ramírez informa que el proyecto de la GIZ acaba en noviembre de este año. Pero en 2018 comenzará otro, denominado PROCUENCAS, con un enfoque distinto, “más orientado al manejo sostenido de recursos naturales dentro de la cuenca”. Entre las priorizadas, adelanta a CAPITALES, probablemente se tome en cuenta una de Chuquisaca.


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