Histórico: El 100 por ciento de los afluentes entró en una crisis hídrica debido a la falta de lluvias. Esto, sumado al frío polar del mes pasado y los incendios del presente, hacen pensar a los pobladores en una “plaga apocalíptica”.
Roberto Navia / El Deber.- Los ríos colosos de Beni sufren una metamorfosis histórica. Esos gigantes de agua hoy están convertidos en arroyos tímidos, y en los puertos donde anclaban barcos de alto tonelaje quedan sólo arena o caballos que aprovechan el pasto que nació con la poca humedad de esos suelos.
Quienes se atreven a zarpar por esas delgadas líneas de agua que todavía quedan, lo hacen a sabiendas de que en el viaje, a media carga, se toparán con murallas de arena y cachuelas de piedras que harán encallar la embarcación, que no podrán llegar hasta las puertas de los pueblos y que deberán bajar el equipaje a los pies de los barrancos para buscar un motorizado que vaya por caminos de tierra o sendas de herradura.
Ese panorama gris tiene un culpable: la sequía. “El 100 por ciento de los ríos de Beni entró en crisis hídrica por falta de lluvias en las cuencas alta, media y baja”, confirma Luis Antonio Philips, hidrólogo de profesión y director del Sistema de Alerta Temprana y de la Gestión de Riesgo de la Gobernación de Beni.
En palabras sencillas, lo que él quiere decir es que los cerca de 50 ríos y afluentes de agua que hay en Beni —16 de ellos navegables— se están secando y que hay zonas, incluso en el mismo gigante Mamoré, con profundidades de apenas 80 centímetros.
Este fenómeno supera todos los récords históricos e incluso el promedio de déficit de agua de los anteriores 10 años, que no bajaba del metro de profundidad, tanto en el río Ichilo como en el Mamorecillo, Mamoré, Iténez, Blanco, Yacuma, entre otros. Todos ellos hoy están afectados por la sequía.
Los efectos de la falta de lluvias ya están a la vista: hay 800 comunidades, donde viven más de 400.000 personas asentadas en los ríos navegables y otros afluentes de la amazonia, cuya vida social, económica y cultural fluye al ritmo de las actividades de la navegación.
La Agencia Regional Trans Naval reveló que los volúmenes de envío de gasolina, diésel y jet fuel a Guayaramerín y a otros destinos —para mover todo el aparato productivo y energético de Beni y Pando— bajaron en un 50 por ciento porque las barcazas ya no pueden surcar los ríos con sus 450.000 litros de carga.
Llevar por tierra tal carga es inviable. El capitán de navío Amilcar Morales asegura que el transporte terrestre cuesta el doble y hasta el triple, y que para llevar los 350.000 litros de combustible que carga ahora una barcaza, se necesitan al menos 10 camiones cisternas y los caminos no garantizan un tráfico fluido.
Esos 800 pueblos que viven en las riberas de los ríos se abastecen de productos que llegan a través de las aguas, pero ahora que a los barcos ya no se los ve por el horizonte, ya empiezan a escasear y encarecerse productos comestibles.
El marinero Gary Villagómez, que pilota el barco Mari Luz, se vio obligado a anclar 20 kilómetros antes de Santa Ana de Yacuma porque las piedras le impidieron llegar hasta puerto Junín. Ahí improvisó un puerto y el dueño de la mercadería tardó tres días en hacer llegar la carga por tierra hasta Santa Ana.
Según Philips, el Centro de Operaciones de Emergencia (COE) de Beni declaró en situación de emergencia al departamento, ya que los efectos climáticos están golpeando a varios municipios.
Amilcar Morales, ejecutivo del Servicio de Mejoramiento a la Navegación Amazónica (Semena), dice que para terminar con la sequía, debe llover ininterrumpidamente al menos 10 litros por metro cuadrado durante cinco días.
Pero el agua que caiga no será bendita, teme el hidrólogo Luis Antonio Philips, ya que arrastrará las cenizas que quedaron de los incendios forestales. Con ello, advierte, empezará un nuevo problema para esas 800 comunidades asentadas en las riberas, donde la vida de sus pobladores discurre en torno de las aguas de sus ríos.
Sequía, fuego y frío; funesto
Hay quienes creen que una plaga apocalíptica se apoderó de los que viven en la amazonia boliviana: el frío polar mató gran parte de los peces que viven en los cursos hídricos; después, los incendios forestales quemaron los cultivos de quienes viven en las zonas rurales, y los animales silvestres, con los que también se alimentaban, se internaron monte adentro escapando del fuego. Ahora, la falta de lluvia está secando los ríos, y con ello los campesinos pierden la libertad de locomoción porque el agua es para ellos el principal medio de transporte y de sobrevivencia.
En las comunidades del interior de Beni hay personas que predicen que si esto sigue así, en dos meses la gente va a empezar a desesperarse, porque para entonces las reservas de alimentos se habrán terminado. Años antes, cuando la sequía hacía de las suyas, quedaban los animales silvestres para saciar el hambre; ahora ya no los hay.
Hay agua de Beni contaminada
El Ministerio de Salud, distrital Beni, llegó a la conclusión de que al menos diez afluentes hídricos, entre ríos y lagunas de dicho departamento, sufren de alta contaminación bacteriológica y que no son aptas para el consumo humano. Así lo refleja el estudio científico sobre control y vigilancia de la calidad del agua de los ríos, de la Unidad de Salud Ambiental e Inocuidad Alimentaria.
El documento fue concluido el 19 de agosto y los resultados, a decir de Luis Antonio Philips, director del Sistema de Alerta Temprana y de la gestión de riesgo de la Gobernación, es alarmante. Los datos revelan que ríos memorables como el Ibare y el Mamoré, y algunas lagunas donde las comunidades calman su sed, tienen altos índices de contaminación y que beber de ellos, sin un tratamiento previo, puede causar enfermedades.
Philips dice que debido a la mortandad de peces, los ríos se convirtieron en focos de infección, y es por eso que beber de sus aguas o bañarse en ellas puede ser muy peligroso para la salud. Pero a muchos de los pobladores no parece interesarles todo ello, igual beben y se bañan en los ríos.
Para destacar
YPFB guarda reservas de combustible en Guayaramerín, debido a la sequía que afecta a los ríos.
800 pueblos viven en las riberas de los grandes ríos benianos y se abastecen de todo lo que les llega a través de las aguas.
Navegar de noche es casi imposible, pues resulta muy peligroso al haber bajado tanto el nivel de las aguas de los ríos.
En pleno río hay piedras paralizadas, arena y barro. Incluso el Mamoré tiene zonas con 80 centímetros de profundidad.
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