En las comunidades del interior de Beni hay personas que predicen que si esto sigue así en dos meses la gente va a empezar a desesperarse, porque para entonces todas las reservas de alimentos se habrán terminado.
Años antes, cuenta Adolfo Cardozo, cuando la sequía hacía de las suyas, quedaban los animales silvestres para saciar el hambre, pero ahora ya no hay ni eso, los incendios han matado a los animalitos y los que quedaron vivos se escaparon a lugares lejanos.
Samuel Fernández, un habitante de Santa Ana de Yacuma, dice que ahora el campesino tampoco puede moverse porque los ríos están secos y no pueden viajar por tierra porque la gente es pobre y no tiene qué vender, dado que en el mejor de los casos apenas ha podido salvar una parte de sus cultivos.
Donald Braminen, propietario de la embarcación Mario Ángel, explica que la furia del clima ha cambiado el ritmo de su vida. Para empezar, dice que ahora sólo puede navegar durante el día, puesto que hacerlo de noche significa poner en juego la vida humana y la integridad de su barco. “Si usted supiera con lo que nos encontramos en el río. Hay piedras, palizadas, arena, barro...”
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