sábado, 4 de marzo de 2017

El Chaco expande el Reino de la Uva



PRODUCCIÓN | TRAS 13 AÑOS DE ESFUERZOS SOSTENIDOS, LOS VITICULTORES CHAQUEÑOS CONSOLIDARON SU PRODUCCIÓN. DOS HECTÁREAS DE UVA RINDEN MÁS QUE 10 DE SOYA Y LA NOVEL VENDIMIA DEL CHACO SE COMPLEMENTA A LA ANCESTRAL FIESTA CHAPACA DE LA VID.

Buenas noticias económicas desde el Chaco. ¿Gas? No. ¿Soya? Tampoco. Eso sí, frente al gas, uva, tal cual, literal. Porque muy cerca de los gasoductos que van hacia la Argentina se han multiplicado los parrales. Frente al poderoso Aguaragüe, sus megacampos y ductos que van a Brasil, se produce cada vez más uva de mesa. A menos de mil metros de los camiones que pasan llevando el combustible emblemático del siglo XXI para Bolivia hacia el Paraguay se cultiva la vid.

Es toda una apuesta con aires cada vez más ganadores. “Este producto es renovable, sostenible, puede dar trabajo continuo a muchas personas –dice Juan Quispe Rueda, uno de los viticultores pioneros del Chaco-. Es gran alimento, nutritivo y medicinal al que le descubren cada vez más propiedades. Y tiene buen mercado, prácticamente ya agotamos nuestra producción 2016”.

Con el característico buen humor de la región Quispe Rueda recuerda los días en que iniciaron la aventura contra, sin exagerar, “todo pronóstico” y malos augurios. Su hijo, Pedro, explica que cuando, el año 2004, empezaron a sembrar los primeros parrales experimentales, varias voces les auguraron un desastre. “Nos dijeron que iba a granizar, que no iba a funcionar, que el Chaco es demasiado seco y mil cosas –relata-. Peor aún, justo ese primer año de trabajo, cayó granizo, como para que nos desanimemos. Era como para reír y renegar, pero seguimos”.



“Este producto es renovable, sostenible, puede dar trabajo continuo a muchas personas –dice Juan Quispe Rueda
Rafael Sagárnaga L.

LA FÓRMULA Y EL ÉXITO

“Hay buena tierra y, claro, lindo sol, hemos visto que salen buenos duraznos también y este año aquel árbol dio unas manzanas algo harinosas, pero dulces – explica Juan-. La clave es asegurar el agua. Cuando empezamos a asegurar el agua pasamos de producir soya y maíz a la uva de mesa, y nos ha ido bien”.

Y la fórmula del éxito frente a aquellos malos augurios iniciales y esa granizada peregrina parece haber sido esa fórmula infalible, pero muy ocasional en Bolivia: cooperación, generalizada suma de esfuerzos. La idea de producir uva empezó a tomar cuerpo en un grupo formado por Edil Ordoñez, Ángel Yucra, Nicolás Flores y Cleto Puma. Y cuando el proyecto empezó a prometer tuvo apoyo de las autoridades locales y la cooperación internacional.

La Fundación Fautapo, la Alcaldía de Yacuiba, entonces liderada por Carlos Bru, la subgobernación y luego la cooperación suiza han ido con el tiempo apuntalando el esfuerzo. El salto fue de 4 hectáreas en 2004 a 40 en producción y 55 implantadas hoy en Yacuiba. Los viticultores chaqueños prevén que llegarán a las 200 hectáreas en 2020. Estiman que la actual cosecha ya mueve un volumen de 3.000 cajas en el interior del país, por un monto que bordea los 5 millones de bolivianos.

De aquel puñado de pioneros de 2004, se pasó a la organizada y pujante Asociación de Viticultores (Asovit) del Chaco hoy conformada por 70 miembros en Yacuiba. Se estima que hay más de una veintena en otras regiones del Chaco, especialmente en Caraparí. La organización también ha pasado a relacionarse con sus pares del departamento. También ha establecido nexos regulares con casas comerciales e instituciones científicas y educativas que han capacitado a los miembros. Incluso el avance ha sumado a varios productores inmigrantes que habían llegado al Chaco para trabajar en ganadería o comercio y que luego decidieron apostar por la vid.



MÁS RENDIMIENTO Y VARIEDAD

El salto también fue cualitativo pues a fines de 2016, la Subgobernación, la Asovit, Fautapo y el Instituto de Innovación Agropecuaria y Forestal, celebraron otro logro: en el acto del primer corte de racimo, tras análisis técnicos de rigor, confirmaron que la producción vitícola de Yacuiba superó el estándar de rendimiento. Anunciaron que se alcanzó una marca de cultivo sin mayores precedentes.

Expertos de Fautapo, en el viñedo del productor Ángel Yucra explicaron que los socios de Asovit lograron desarrollar plenamente dos mil plantas de uva en cada hectárea cultivada. Ello da como resultado las 17 toneladas, que superan al estándar de 14 establecido en las plantaciones del interior del país. En la ocasión, alguien recordó, como corolario, que la producción de dos hectáreas de uva supera al rendimiento de 10 hectáreas de soya.

Los técnicos también explicaron que en el Chaco ya se han producido prácticamente todas las variedades de uva de mesa. La diversidad resulta evidente a la vista mostrando racimos de muy distintos colores, tamaños y matices. “Los productores tuvieron la capacidad de producir uvas moscatel, moscatel de Alejandría, Italia, cardinal y otras –remarcó el Secretario de Desarrollo productivo de la Subgobernación Edwin Cardoso-. De acuerdo a las mediciones del nivel de azúcar, la maduración de la fruta y el nivel de producción, supera las expectativas de las entidades que confluyen en el esfuerzo”.



Constituye un momento que consagra al departamento de Tarija como un postmoderno reino de la vid.
Rafael Sagárnaga L.

TARIJA, EL REINO DE LA VIDA

Así los viticultores del extremo sur marcan, a ritmo de chacarera, su momento de consolidación. De hecho, han añadido una segunda fiesta de la uva al departamento. Ello porque desde hace dos años la vendimia chaqueña se celebra a mediados de diciembre, mientras que la tradicional vendimia chapaca, de los valles tarijeños, llega entre febrero y marzo. Se trata de un detalle muy oportuno además porque la producción del Chaco se inicia en noviembre y concluye en enero. Mientras tanto la producción chapaca empieza en febrero y declina en abril. En suma son matemáticamente complementarias.

Constituye un momento que consagra al departamento de Tarija como un postmoderno reino de la vid. En ese escenario, se sabe además de nacientes iniciativas en Bermejo, en la provincia Arce. Y ya desde hace siglos es conocida la producción de uva artesanal en al menos cuatro de las seis provincias tarijeñas.

Claro, el reto chaqueño aún debe vencer varias pruebas para alcanzar las dimensiones que ya empezó proyectar el entusiasmo de los productores. “Nos hace falta utilizar mallas que protejan de eventuales plagas y granizo –explica Juan Quispe-. Eso implica un costo de 8.000 dólares por hectárea, es decir, créditos y apoyo de instituciones financieras que, por ahora, se muestra complicado. Las gestiones se hacen engorrosas, parece que a veces no entienden bien nuestra sana iniciativa”.



SIEMPRE EL CONTRABANDO

Los productores de vid chaqueña también se muestran preocupados por otra amenaza que suele afectar a todos sus pares frutícolas del país: el contrabando. Citan que, como no pasaba nunca, han visto la llegada de uva peruana y chilena al sur de Bolivia. Pese al actual éxito comercial de la vid chaqueña, saben que aquélla es una potencial sombra sólo prevenible a partir de disposiciones y controles de alto nivel.

Con todo, no desconfían de su futuro. Juan Quispe se muestra vital, habla del poder de las semillas de la uva o del refrescante dulce jugo que invita mientras conversa. Aparenta menos de los 70 años de edad que señala su carnet, y tiene más motivos para celebrar aquella osada inciativa de 2004: uno de sus hijos y uno de sus nietos estudiaron ingeniería agrónoma y se aplican decididos a la viticultura. “¿Cómo dicen que en Bolivia no se puede producir? Pienso que hay buen futuro –reafirma-, ¿no cree?”. Anuncia buenas noticias económicas desde el sur y que esta vez no tienen que ver con el gas.



"El salto fue de 4 hectáreas en 2004 a 40 en producción y 55 implantadas hoy en Yacuiba. Los viticultores chaqueños prevén que llegarán a las 200 hectáreas en 2020. Estiman que la actual cosecha ya mueve un volumen de 3.000 cajas en el interior del país,

por un monto que bordea los 5 millones de bolivianos"



"Y la fórmula del éxito frente a aquellos malos augurios iniciales y esa granizada peregrina parece haber sido esa fórmula infalible, pero muy ocasional en Bolivia: cooperación generalizada, suma de esfuerzos"



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