martes, 12 de marzo de 2013

El punto óptimo para la soya

Con la regulación de precios del grano de soya y el establecimiento de una banda de precios para sus derivados (torta y harina de soya), la agroindustria será la principal afectada del nuevo espectro normativo. Al pagar más la agroindustria por el grano de soya al productor agrícola local y vender a menor precio la torta y harina de soya al mercado interno, sus ganancias y rentabilidad se verán disminuidas, provocando serios riesgos a la economía cruceña. En el largo plazo, toda la cadena productiva se verá afectada por cuanto la agroindustria adoptará medidas económicas para aminorar el impacto.

Como toda empresa nacional que exporta productos homogéneos (commodities) es tomadora de precios en el mercado internacional, entonces no podrá imponer una subida de precios a sus productos de exportación; y ante un clima de país poco amigable para la empresa nacional de gran tamaño en términos de incrementar su capacidad de producción, quedan entonces dos escenarios probables: i) que la agroindustria traslade su infraestructura a la línea fronteriza con Paraguay, Argentina o Brasil para acopiar grano de soya del otro lado de la frontera o ii) que decida dedicarse a la producción agrícola de soya en desmedro de la producción industrial; es decir, cualquiera de los dos escenarios provocaría una caída en la cantidad demandada por grano de soya, con serios daños a nuestra agricultura.

Un menú de soluciones sería como sigue: 1) determinar el precio real para el productor agrícola; 2) aumentar la escala de exportación que posibilite mejorar los precios a la agricultura; 3) incrementar el poder de negociación del productor agrícola ante la agroindustria, mediante cooperativas de producción o la creación de empresas mixtas –con el Estado– de acopio de soya en grano, facilitar la exportación directa del grano de soya a modo de poner en competencia entre el precio local pagado por la agroindustria y el precio internacional, que pague más y genere un mayor rendimiento agrícola.

Es decir, el punto óptimo es evitar que la agricultura subvencione la competitividad de la agroindustria exportadora; pero, al mismo tiempo, tener en cuenta que no habrá soya sin la agroindustria cruceña

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