jueves, 14 de febrero de 2013

Estudiante crea mapa para comer fruta en Buenos Aires sin pagar nada

Los argentinos se viven quejando de lo cara que está la comida debido a una de las inflaciones más altas del mundo. Pero ahora, gracias a un grupo creado en la red social Facebook, el que quiere puede comer fruta gratis en Buenos Aires.

Una estudiante de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA) ideó la página “La ciudad nos regala sabores”, en la que detalla la ubicación exacta de más de 400 árboles frutales en la capital argentina.

Los porteños no sólo tienen una gran cantidad de fruta al alcance de la mano, sino también mucha variedad.

Se pueden conseguir naranjas, mandarinas, limones, pomelos, duraznos, damascos, ciruelas, bananas, moras, paltas, olivos, higos, nueces y hasta tilo y ginkgo biloba sin pagar un peso.

“Creé la página porque me daba rabia ver toda la fruta que hay en la calle y nadie consume”, contó Ludmila Medina, de 23 años.

Su proyecto nació por una coincidencia. Estaba estudiando producción vegetal orgánica, hace tres años, cuando una empresa privada llegó a su universidad en busca de gente para trabajar en un censo de árboles que organizaba el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Fue así que Ludmila se enteró de que su ciudad está llena de árboles frutales.

Trabajo de hormiga

Al año siguiente, en 2011, fue contratada como inspectora del arbolado público por el gobierno porteño y decidió aprovechar la oportunidad para lanzar su proyecto.

“Cada vez que me llamaban para ver un árbol llevaba lápiz y papel y anotaba la dirección de todos los árboles frutales que veía en el camino”, contó la joven emprendedora.

A mediados de 2012 lanzó “La ciudad nos regala sabores”, hoy con más de 2.700 seguidores que, gracias a la página, descubrieron que su barrio tiene una riqueza hasta entonces desconocida.

“Descubrí un montón (de árboles frutales) cerca de mi casa con esta página”, celebró Marina Romanello, una de las participantes en los foros que se organizan en el sitio.



Nísperos y pimienta rosa

“Lo más común son los cítricos”, dijo Ludmila. “También hay muchas paltas pero son muy altas y hay que enseñar a la gente cómo obtener la fruta sin lastimarse”, agregó.

La experta también trata de enseñar a los porteños sobre algunas frutas que tienen a su alcance pero que no consumen por desconocimiento.

“Buenos Aires está llena de nísperos, una fruta que es como un miniduraznito, del tamaño de un quinoto, que tiene un sabor súper rico, pero muy poca gente sabe que se come”, ejemplificó.

“Hay pimienta rosa, un granito con sabor a pimienta al que llaman ‘la pimienta de los pobres’. Para usarlo hay que secarlo y molerlo, pero nadie la conoce, a pesar de que es nativa de Buenos Aires”, relató.

“La fruta de los árboles en la calle no está toda brillosa o perfecta como la que uno ve en la verdulería y muchos desconfían de su origen”, señaló la ecologista. Pero es más sana, porque no se usan insecticidas, por ejemplo, en su producción.

El encanto del nombre de moda se esfuma con rapidez
Cuanto más rápido se pone de moda un nombre, más rápido se esfuma su encanto. Al menos ésa es la conclusión a la que ha llegado el experto en marketing estadounidense Jonah Berger, de la Universidad de Pennsylvania, tras estudiar la evolución de 2.570 nombres propios en EEUU y Francia en el último siglo. En EEUU, por ejemplo, la popularidad del nombre Charlene creció entre 1910 y 1950, pero disminuyó en los 50 años siguientes. Tricia, en cambio, tuvo vertiginoso ascenso entre 1950 y 1970, para caer después drásticamente hasta 1990. Y algo similar sucedió con Kristi.


El nombre está asociado al éxito personal y profesional
Los humanos asociamos los nombres de pila a distintos niveles de éxito, suerte y atractivo. A esa conclusión llegó el psicólogo Richard Wiseman, que asegura que esas percepciones pueden tener consecuencias importantes en la vida real. En un estudio con más de 6.000 sujetos, Wiseman comprobó que para los británicos llamarse Elizabeth o James está asociado al éxito. Lucy y Jack son los nombres de los más afortunados, mientras que se asocia que las personas con peor suerte se llaman Helen o John. Ann y George se perciben como nombres de personas poco atractivas.

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